Clockwise from top left: Melody Cannon-Cutts, Public Health Program Manager, Del Norte County Department of Health and Human Services; Terry Supahan, Executive Director, Del Norte & Tribal Lands True North Organizing Network; Miguel Pelayo-Zepeda, Del Norte-based community outreach organizer; Thayallen Gensaw, Del Norte high school student; Daphne Corstese-Lambert, Director of Del Norte Mission Possible, Del Norte Senior Center; Khou Vue, teacher and Hmong Cultural Center Board member
El condado Del Norte es un microcosmos de la promoción de vacunas en poblaciones rurales remotas
Por: Jenny Manrique
En medio de majestuosos bosques de secuoyas, bordeando la costa del Pacífico en la esquina noroeste de California, se halla el nuevo epicentro de las tasas de infección por COVID: el condado rural Del Norte.
La propagación de la variante Delta ha motivado a activistas a crear estrategias para la promoción de vacunas en una región con un solo hospital y bajos índices de inoculación.
“Hasta hace muy poco, Del Norte había experimentado pocas hospitalizaciones y aunque cada muerte es significativa, solo contabamos cinco hasta abril de 2021,” dijo Melody Cannon-Cutts, gerente del programa de salud pública del departamento de salud y servicios humanos del condado Del Norte, durante una conferencia organizada por Ethnic Media Services.
“Después de la reapertura del estado en junio, los casos de COVID aumentaron… Nuestros casos positivos actuales son 341 y hemos perdido 10 residentes en la última semana”, agregó.
Del Norte tiene una población de 28.000 habitantes, 17% de los cuales son Latinx. Al condado pertenecen las comunidades no incorporadas de Crescent City, Smith River, Gasquet y Klamath a las cuales sirve solo un hospital, el Sutter Coast, con 60 camas. 11 de ellas son de la UCI, y están actualmente ocupadas.
“Comenzamos a dar la vacuna en diciembre de 2020 a los trabajadores de la salud, personal de primeros auxilios y adultos mayores. Para abril de 2021, estábamos proporcionando 400 vacunas en cada clínica de vacunas”, continuó Cannon-Cutts. “A pesar de estos esfuerzos, las tasas de vacunación completa son bajas en comparación con el resto de California: 43,6% mientras el estado ronda el 66%”.
La indecisión, la desconfianza en el gobierno y la desinformación están muy extendidas.
De acuerdo a Miguel Pelayo-Zepeda, organizador comunitario con trabajadores agrícolas Latinx, “la razón por la que las personas se vacunan ha cambiado: están notando que los miembros de la comunidad están muriendo por el COVID”.
Acostumbrados a compartir eventos sociales como las quinceañeras o las ferias del pueblo, los latinos han sentido con dureza el aislamiento provocado por el virus. Por eso a pesar de que Pelayo escucha cosas como: “la vacuna me dejará tan enfermo como el virus”, su estrategia no es criticar, sino fomentar esas relaciones sociales de nuevo.
Uno de los éxitos que cuenta es una clínica emergente que cada jueves de 10 am a 6 pm ofrece vacunas, sin necesidad de mostrar ningún ID, mientras el mismo Pelayo reparte tacos.
“Estamos tratando de construir una red ofreciendo recursos para la comunidad… Mucha gente está interesada en clases de inglés, información de atención médica y clínicas de inmigración”.
Dentro de las comunidades nativo americanas, donde las tasas de vacunación son altas, la duda persiste sobre todo por la desconfianza en el gobierno, dijo Terry Supahan, director ejecutivo de True North Organizing Network y miembro de la tribu Karuk.
“No quieren o tienen miedo de lidiar con el gobierno a cualquier nivel, ya sean clínicas de apoyo locales o federales”, aseguró.
Sin hogar
Daphne Corstese-Lambert, directora y fundadora de Misión Posible, un proyecto del centro para personas mayores de Del Norte que atiende a población rural sin hogar, dice que las personas en situación de calle lidian con diferentes discapacidades que han dificultado aun más su acceso a servicios durante la pandemia.
“He tratado de ayudarlos con el papeleo y trámites y no saben leer. Quienes saben, tienen tanta desconfianza con la agencia gubernamental, porque durante la pandemia todo ha estado cerrado”, dijo Corstese-Lambert. De acuerdo a sus propios datos, cerca de 700 personas se encuentran sin hogar en el condado, 60% de ellos son adultos mayores y muchos son veteranos de guerra.
Khou Vue, miembro de la junta del centro cultural Hmong en Crescent City, dice que a pesar de la desconfianza en el gobierno, su comunidad se ha tomado la pandemia “muy seriamente”.
“Cancelamos todo tipo de rituales espirituales, religiosos, funerales y bodas, porque sabíamos que COVID-19 era real”. Vue mismo perdió a nueve miembros de su familia en un periodo de dos meses y por eso se encarga de difundir el mensaje de la vacunación a través de los líderes de los clanes de su comunidad.
Thayallen Gensaw, un estudiante de 16 años de la escuela secundaria Del Norte, miembro de la tribu Yurok, se vacunó recientemente como respuesta a un principio con el que fue criado: “Siempre pongo a los demás antes que a mí mismo, eso es lo que hacemos en la tribu: hacemos todo por los demás y por la tierra”.
A pesar de ser una persona sana y no estar muy preocupado por lo que le pudiera pasar si se contagia de COVID, sí pensaba en su padre que tiene condiciones de salud subyacentes.
“Desafortunadamente, hay muchas personas de mi edad que se preocupan más por ellos, no se dan cuenta de la importancia de vacunarse porque se sienten invencibles. No saben qué efectos pueden tener en las personas mayores, si están cerca de sus abuelos, tías, tíos, sus propios padres y hermanos pequeños”, dijo Gensaw.