Dr. Manuel Pastor (left), Distinguished Professor of Sociology and American Studies & Ethnicity, University of Southern California; Leslie Cooper Johnson (right), Vice President of Organizational Development, Community Coalition
Expertos advierten que incluso si Estados Unidos alcanza la esquiva inmunidad colectiva, se requiere mucho trabajo para cerrar las crecientes brechas de desigualdad que separan a las comunidades étnicas de bajos ingresos del resto del país.
Por: Jenny Manrique
Disparidades en la atención médica y en la educación. Falta de vivienda asequible. Racismo y abuso policial. Pérdida de puestos de trabajo. Estas son solo algunas de las crisis que ya enfrentaban las comunidades étnicas de bajos ingresos, exacerbadas por la pandemia de la COVID-19.
Cerrar esas brechas de desigualdad no solo requerirá una inversión federal y estatal decidida en estas comunidades, sino una sincera atención a su salud mental y un compromiso de las clases más adineradas, que fueron afectadas por la pandemia de manera muy marginal.
Así lo advirtieron expertos durante una conferencia organizada por Ethnic Media Services.
“Sabemos que COVID es la enfermedad que ha revelado nuestras dolencias como sociedad: los valles de desigualdad que pre existían antes de COVID se han inundado con el tsunami de la enfermedad”, dijo Manuel Pastor, profesor de sociología y estudios americanos y etnicidad en la Universidad del Sur de California.
Pastor advirtió desde un principio cómo COVID impactaría especialmente a los inmigrantes que son la mano de obra que hace el trabajo esencial considerado “desechable”.
“Tenemos familias de estatus migratorio mixto que hasta la aprobación de la Ley de Ayuda Estadounidense estaban esencialmente excluidas de los fondos de ayuda federal… Ahora son un poco reacios a recibir las ayudas, porque les preocupa que eso pueda ser usado en su contra si eventualmente hay una ruta hacia su legalización”.
En California, más de dos tercios de los inmigrantes indocumentados han estado en el país por más de una década y esperan que el Congreso resuelva su camino a la ciudadanía. Es una población profundamente arraigada en los negocios y las comunidades, que ha experimentado como ninguna otra la enfermedad sin poder acceder a los programas de salud locales, debido a la falta de seguro, la desconfianza y el miedo.
“Cada programa de ayuda estatal debe pensar en lo que puede hacer para ser accesible a los indocumentados”, dijo Pastor, quien también forma parte del Consejo de Asesores Económicos del Gobernador, donde empuja estos temas.
Desde el verano pasado, el Índice de Lugares Saludables de California ya indicaba que el virus iba a devastar a negros, latinos y asiáticos pero aún así el estado no llevaba pruebas COVID a estas comunidades.
Pero fue recién ahora con los planes de vacunación, que el estado de California dio un giro y decidió destinar el 40% de las vacunas al 25% de las comunidades con las peores puntuaciones en este índice. Otorgó dosis a las clínicas comunitarias y les dio la potestad para que movilizaran mensajeros de confianza e hicieran campañas permanentes a través de promotores de salud.
“La distribución de la vacuna también ha sido una receta para la desigualdad racial”, añadió Pastor. “Se podría argumentar que todos a cierta edad tenían la misma oportunidad de recibir la vacuna, siempre y cuando tuvieran una computadora para sacar la cita, un Internet de alta velocidad, un tipo de trabajo en el que podrían tomarse tres horas libres a la mitad del día para buscar una vacuna e ir en su automóvil, en lugar de usar transporte público”.
En áreas como la educación, las comunidades étnicas también experimentan una enorme pérdida en el aprendizaje y a pesar de la progresiva apertura de las escuelas, son los más reacios a volver. Las familias negras y latinas que padecieron el virus en sus hogares, no solo tienen miedo de enviar a sus hijos a espacios donde puedan contagiarse, sino que la brecha digital acentuó sus dificultades de estar al día con las tareas del año escolar.
En el condado de Los Ángeles, el 13% de los niños blancos que cursan desde jardín de niños hasta secundaria, no tenían una computadora con Internet de alta velocidad. Pero esa cifra para los niños negros y latinos era de alrededor del 40%, compartió Pastor.
Según el sociólogo, lo que enfrentamos ahora es una “micro recesión” en la que los mercados de valores y las propiedades suben, y las personas de altos ingresos no han visto afectado su bolsillo. Pero quienes están en la parte inferior del mercado laboral han recibido todo el coletazo del “daño económico”, con la pérdida de empleo y salarios.
Círculos de sanación
Un ejemplo de este enfoque es de la organización Community Coalition, fundada en el sur de Los Ángeles por la congresista Karen Bass, que busca la integración multirracial y multigeneracional de las comunidades para generar las soluciones que necesitan.
Durante la pandemia instituyeron un programa de teleterapia por terapeutas de comunidades étnicas, y círculos de sanación en parques locales, para abordar “el impacto devastador (de la COVID) en todos los aspectos de la salud física, financiera y mental”, aseguró Leslie Johnson, vicepresidenta de desarrollo organizacional de Community Coalition.
También diseñaron un sitio web en inglés y español que les permite a los residentes chequear su salud emocional.
“COVID-19 ha exacerbado muchas condiciones preexistentes en nuestra comunidad que son fomentadas por el racismo institucional y la supremacía blanca. Debemos pedir soluciones que sean audaces, no sólo a nivel individual sino a nivel de sistemas y que aborden las causas fundamentales” de las desigualdades, observó.
Durante la pandemia, su organización recaudó fondos para comprar equipos de protección personal y hacer pagos directos en efectivo a las familias para ayudarles a cubrir el alquiler y los servicios públicos. También entregaron computadoras portátiles y hardware a estudiantes e instalaron hotspots para la comunidad.
Lograron ofrecer dosis de Pfizer en una clínica de vacunación en un parque local, estableciendo un sistema de citas, incluso nocturnas, que permitiera asistir sin faltar al trabajo. Pero a pesar de promover la vacunación a través de mensajeros de confianza, a menudo miembros de la familia o del barrio, todavía enfrentan la resistencia de quienes no quieren ser vacunados.
“La forma en que se implementaron las vacunas simplemente no tenía mucho sentido para nosotros en términos de tener hogares superpoblados y hogares multigeneracionales”, dijo Johnson. “Si queremos tener la economía abierta, si queremos poder ir a los restaurantes, etc., entonces deberíamos ir a estos negocios y vacunar a las personas que van a trabajar allí”.
Como parte de los paquetes de alivio, los Ángeles recibirá cerca de $1.3 mil millones del gobierno federal. Community Coalition presentó un plan llamado Make Los Angeles Whole que contempla préstamos a mujeres propietarias de negocios, ayuda a las personas con pagos de alquiler e hipotecas y servicios públicos, y da oportunidades de empleo para jóvenes.