From left to right: Dr. Jose Perez, Chief Medical Officer, South Central Family Health Center, Los Angeles; Dr. Grace Lee, Professor of Pediatrics, Stanford University School of Medicine; Matthew Simonson, Researcher, Covid States Project
Vacunar a los jóvenes entre 12 y 17 años se ha convertido en la próxima gran meta para controlar la COVID-19. ¿Por qué algunos padres dudan?
Por: Jenny Manrique
Vacunar a jóvenes de 12 a 17 años será uno de los grandes hitos en el control de la pandemia de la COVID-19 en los Estados Unidos, dijeron expertos que hablaron en una rueda de prensa de Ethnic Media Services.
Casi 22 millones de niños y adolescentes entre 5 y 17 años se han contagiado de COVID-19 desde el inicio de la pandemia según estimaciones de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC). COVID-19 ahora se encuentra entre las diez principales causas de muerte entre los jóvenes que representan el 22% de todos los casos nuevos de coronavirus, en comparación con sólo el 3% hace un año.
Según Grace Lee, directora médica asociada de innovación en la práctica y médica de enfermedades infecciosas en Stanford Children’s Health, los contagios han aumentado entre los niños por dos razones fundamentales: la reapertura de las escuelas y la efectividad de las vacunas entre la población adulta que hace que la proporción de hospitalizaciones reportadas aumente entre los más jóvenes que aún no están protegidos.
“Hemos tenido niños que han muerto a causa de la enfermedad COVID-19”, enfatizó Lee. “Entre las hospitalizaciones que hemos visto en los EE. UU., si bien el 60% tiene una afección de alto riesgo, que incluye obesidad, asma, retraso en el desarrollo, inmunodepresión y diabetes, también sabemos que el 40% de quienes están hospitalizados no tienen condiciones de alto riesgo”.
Lee tambien destacó que hay “un número desproporcionado” de niños negros e hispanos en las UCIs, quienes también son los más afectados por el MISC (síndrome inflamatorio multisistémico en niños), que ocurre aproximadamente de dos a seis semanas después de que se haya producido la infección por COVID.
La pediatra añadió que si bien los niños son con frecuencia asintomáticos, pueden ser fuente de contagio para las familias y vacunarlos facilita extender la protección si tienen parientes inmunodeprimidos.
Pfizer y Moderna ya están realizando ensayos para identificar la dosis correcta para niños menores de 12 años, cuyo peso y altura puede determinar que la respuesta sea diferente en relación a los adultos. El plazo más esperanzador es que estén listas en otoño.
Barreras para vacunarse
No obstante los estudios científicos, algunos padres todavía desconfían de las vacunas o no pueden acceder a ellas. En el caso de familias hispanas de estratos bajos, uno de los mayores factores para no llevar a vacunar a los niños tiene que ver con la imposibilidad de faltar al trabajo.
“La mayoría de nuestros pacientes tienen trabajos de bajos ingresos como jornaleros. Por eso es una carga para ellos tomarse un día libre (para vacunarse)”, dijo el doctor José Pérez, director médico del centro de salud familiar en el South Center de Los Ángeles, donde asisten unos 27,000 pacientes, la mayoría latinos. “Se les está pidiendo a nuestros pacientes que básicamente elijan entre ganarse la vida por el día o vacunar a sus hijos”.
Perez dijo que el condado de Los Ángeles ha hecho un gran trabajo al instalar áreas masivas de vacunas, “pero todas requieren un automóvil y la mayoría de nuestros pacientes usan el transporte público. Entonces esa es una barrera adicional”.
“Nuestros pacientes que son indocumentados tienen miedo a utilizar los servicios del gobierno por temor a poner en peligro cualquier tipo de estatus migratorio legal”, dijo Pérez. También los asusta la falta de seguro médico, el desconocimiento de que las vacunas son gratuitas y los mitos que circulan en redes sociales, que dicen por ejemplo que las vacunas causan infertilidad.
“El papel de los profesionales étnicos como yo, se vuelve muy importante. Creo que nuestros pacientes confían en las personas que se parecen a ellos. Cuanto más nos acerquemos, más probabilidades hay de que escuchen nuestras voces y no esas voces locas que hay en el mundo de Internet”.
Cuando los padres van a su consultorio, Pérez les recuerda que llevan “mucho tiempo vacunando a sus hijos” y que ya han tenido plena experiencia con otros esquemas de vacunación contra la poliomielitis, varicela, rubéola o paperas. “Las vacunas COVID pasaron por las mismas pruebas y evaluación científica rigurosas que todas las demás vacunas”, les dice.
Aunque el pediatra reconoce que no se puede forzar a la gente a ponerse la vacuna, sí considera que estas deberían ser obligatorias entre niños que quieren atender las escuelas públicas. “No tenemos una pandemia de varicela, paperas o rubéola. Y la razón de ello es que ordenamos que nuestros niños se vacunen. Esto no debería ser diferente”.
Madres jóvenes, las más desconfiadas
Segun Matthew Simonson, investigador del Covid States Project, y autor principal del informe “Vacunando a la juventud estadounidense”, dijo que casi un tercio de las madres jóvenes entre 18 y 35 años no quieren vacunar a sus hijos. Son resistentes incluso a vacunarse a sí mismas. Los padres, en cambio, sin importar su edad, presentan entre un 10% y un 15% de resistencia.
“Esta brecha de género es particularmente importante porque las madres son las que más se involucran en la toma de decisiones sobre la salud de sus hijos”, dijo Simonson.
En cuanto a la raza los padres asiático-americanos son menos resistentes a vacunar a sus hijos con respecto a otros grupos, y por primera vez los afroamericanos y latinx no están a la zaga de las familias blancas. “Padres de todas las razas desconfían de las vacunas”, dijo.
Sin embargo, resaltan las diferencias socioeconómicas: las familias que tienen un ingreso inferior a $25,000 al año son las más resistentes a las vacunas mientras que las que ganan más de $150,000 son más proclives a vacunarse. En cuanto a formación académica, quienes solo tienen un diploma de escuela secundaria, tienen más resistencia a las vacunas, mientras que los que tienen un título de posgrado, están a su favor.
Algo que Simonson destacó como “alentador” es que las encuestas de adultos jóvenes entre 18 y 22 años arrojaron que vacilan menos que sus padres y están listos para vacunarse, “por lo que tal vez nuestros hijos sean quien nos salven”, concluyó.