Los casos de COVID se disparan en condados con bajas tasas de vacunación, mientras la variante Delta es la causante del 57% de los contagios en el país. Los CDC promueven con fiereza las dos dosis de la vacuna.
Mientras la variante Delta de la COVID-19 se extiende por todo el país, las autoridades sanitarias ven con preocupación el aumento de casos en condados rurales donde las tasas de vacunación son muy bajas. De acuerdo a datos del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC en inglés) al 15 de julio habían 33,000 nuevos casos de COVID, mientras el promedio semanal de casos había sido de 26,300, un aumento del 70% con respecto a la semana anterior.
“Está claro que esto se está convirtiendo en una pandemia de las personas no vacunadas”, dijo el doctor José Montero, director del centro de apoyo estatal, tribal, local y territorial de los CDC, durante una conferencia de prensa convocada por Ethnic Media Services.
“Las personas que no están vacunadas representan la mayoría de las nuevas infecciones, hospitalizaciones y muertes. Hemos visto brotes de casos en diferentes partes del país, especialmente aquellos que tienen baja cobertura de vacunación”, agregó.
De acuerdo al Índice de Vulnerabilidad Social (SVI) de los CDC, que incluye factores como el nivel socioeconómico, la raza y el origen étnico, las comunidades rurales tienen una mayor proporción de residentes que carecen de seguro médico, tienen una enfermedad crónica o discapacidad, y tienen más de 65 años. Por eso las disparidades de vacunación entre las áreas urbanas y rurales podrían socavar los esfuerzos para reducir la mortalidad por COVID-19 a nivel nacional.
Si bien en comparación con enero cuando el país estaba en un alto nivel de transmisión y se registraban 200,000 casos por día, las cifras son más alicientes, desde junio los casos aumentan y el promedio semanal de admisión para hospitalizaciones ha sido de 2790 por día.
“Está bastante claro que esta pandemia no ha terminado”, dijo Montero. “La buena noticia es que si está vacunado (con cualquiera de las vacunas autorizadas por la Administración de Alimentos y Medicamentos: Pfizer y Moderna y J&J), tiene una buena protección contra un caso severo de COVID-19 y la hospitalización, y está protegido contra las variantes co-relacionadas, incluida la variante Delta”.
La variante Delta representa más del 57% de las muestras que CDC secuencia en todo el país y tiene una alta transmisibilidad.
Cerca del 90% de quienes han recibido la vacuna Pfizer o Moderna, ya recibieron las dos dosis, lo que supera las tasas de finalización de otras vacunas que también requieren más de una inyección, como aquellas contra la hepatitis, la varicela o el herpes zóster, explicó la doctora Lauri Hicks, directora médica del grupo de trabajo sobre vacunas de los CDC.
“Ambas vacunas brindan una protección efectiva después de dos semanas después de la segunda dosis, y cada una tiene una efectividad superior al 90% incluidas las enfermedades graves”, reiteró Hicks. “No completar la serie pone a quienes están parcialmente vacunados en riesgo de contraer enfermedades, incluida la variante Delta”.
Hasta el momento los estudios no sugieren que se requieran dosis de refuerzo. Pero por
la falta de disponibilidad de vacunas en ciertas áreas del país, especialmente donde viven comunidades étnicas, hay personas que no han podido recibir ni siquiera la segunda dosis dentro de las cuatro semanas recomendadas. Aun así, los expertos advierten que nunca es tarde para obtener la protección completa que ofrece la segunda inyección.
“Un área de enfoque para los CDC es garantizar el acceso y la equidad en términos de llevar las vacunas a esos hotspot dónde estamos viendo mucha transmisión”, añadió Hicks y contó que para ello están trabajando con médicos de atención primaria, proveedores en las escuelas, asociaciones médicas, organizaciones comunitarias y religiosas, y hasta con el Centro nacional de recursos para refugiados e inmigrantes ((NRC-RIM en inglés).
“Estamos trabajando con varios mensajeros de confianza y proveedores que son la fuente más confiable para los pacientes. La promoción entre pares es otro enfoque para tratar de reducir algunas de esas desigualdades que estamos viendo”, dijo Hicks.
La inversión del CDC para cerrar las disparidades sociales en las poblaciones que tienen inequidades en la salud es de $2.25 mil millones.
Poblaciones en Riesgo
El riesgo de contraer COVID-19 sigue recayendo en dos poblaciones: quienes no pueden vacunarse y los escépticos. En el primer grupo están los menores de 12 años para quienes la vacuna todavía se encuentra en ensayos clínicos que tendrán que definir su eficacia, seguridad y la dosis adecuada para ese grupo etario, antes de ser aprobada por la FDA.
“Nuestros niños siguen siendo vulnerables y la transmisión (entre ellos) es especialmente alta”, dijo Hicks. “Creo que es muy importante tratar de asegurarse de que los padres se vacunen para proteger a sus hijos”.
También está la población inmunodeprimida que incluso si se vacuna, es posible que no tenga el mismo nivel de protección que otra persona y siga expuesta a un alto riesgo de sufrir complicaciones graves de la COVID-19. “Asegurarse de que las personas a las que están expuestas estén recibiendo vacunas, es un paso realmente importante”, añadió Hicks.
Frente a los escépticos o aquellos que pertenecen al movimiento anti-vacunas, los expertos creen que la aceptabilidad social de no estar vacunado disminuirá y a medida que más personas se vacunen, aumentará la presión para hacerlo. Como buena parte de la desconfianza se basa en lo que Montero llamó “fechorías históricas” hechas en poblaciones como la afroamericana que ha sido sujeta de ensayos clínicos poco éticos, los doctores reiteraron que las vacunas contra la COVID-19 “están bajo el escrutinio más intenso de todas las vacunas que hayamos lanzado en cualquier campaña de vacunas en la historia”.
“Siempre existe la posibilidad de efectos secundarios o eventos adversos y estamos viendo algunos problemas de seguridad (con las vacunas), pero son realmente raros en comparación con la cantidad de casos que están previniendo en términos de hospitalizaciones y muertes por COVID’, añadió Hicks.
Recientemente la FDA advirtió sobre nuevos efectos secundarios de la vacuna J&J como el síndrome de Guillain-Barré, una enfermedad neurológica que puede provocar debilidad muscular. Hicks aclaró que hasta el 12 de julio, se habían administrado más de 12,8 millones de dosis de la vacuna J&J en los Estados Unidos y que los CDC habían identificado aproximadamente 100 informes preliminares de este síndrome. “No es un efecto secundario insignificante pero la mayoría de las personas se recuperan por completo del síndrome de Guillain-Barré”, sostuvo Hicks. “Realmente no hay ningún medicamento o vacuna que no tenga el potencial de producir efectos secundarios o eventos adversos, pero los beneficios de la vacuna aún superan los riesgos”.
Finalmente, el doctor Montero aclaró que los CDC no han dicho que las máscaras deberían dejar de usarse, sino que en algunos entornos como refugios para personas sin hogar o instalaciones correccionales, deberían ser mandatorias.
“Debe corresponder a las autoridades locales o estatales, según la situación epidemiológica de la región, recomendar o exigir el uso de la mascarilla”, dijo Montero. “El mensaje no es blanco y negro, pero sabemos que las vacunas son buenas y si estamos protegidos, podemos estar cerca de la mayoría de las personas sin ningún riesgo, o podemos usar la máscara si queremos”. Recordó que los CDC brindan asesoramiento y dirección a “ todas las jurisdicciones del país”, pero que “los estados son autónomos” para tomar estas decisiones.
Montero recomendó continuar con las pruebas de COVID-19 especialmente en aquellos lugares con bajas tasas de vacunación. “Así podemos identificar temprano a aquellas personas asintomáticas que puedan ser capaces de transmitir (el virus)”, concluyó.