Entre los primeros recuerdos de Cecilia González Herrera está el sucesivo cierre de canales de televisión y periódicos independientes que existían en su país, Venezuela, cuando ella nació en febrero de 1999, pero que ya no estaban cuando ella decidió estudiar periodismo a los 16 años.
Desde muy pequeña, Cecilia vio cómo se cerraban las vías de libertad de expresión, política y personal en su país natal y cuando terminó su educación secundaria se decidió por estudios de periodismo en Caracas.
“Pensé que sería la única forma de hacer política sin ser político, de ejercer un derecho a expresarse”, dijo la joven. Su mamá, politóloga de profesión, le advirtió que no se metiera en el movimiento estudiantil que por aquel entonces lideraba la oposición contra el gobierno de Hugo Chávez.
Pero esa advertencia fue en vano. “No se puede ir contra quien uno es”, dice. Además, cuando ella llegó a la universidad en el año 2016, el movimiento estudiantil de protestas estaba en pleno auge y solo se intensificaría al año siguiente, cuando el estudiante Juan Pablo Pernalete fue muerto por un Guardia Nacional durante una de estas manifestaciones.
Cecilia participó en numerosas protestas durante ese único año que estudiaría periodismo en Venezuela, terminando dos semestres y, finalmente, mudándose con su familia a los Estados Unidos, cuando estaba claro que su activismo era una amenaza para su vida.
“Mi mamá me dijo, en Venezuela no hay futuro para ti, especialmente si quieres hacer activismo político, nos vamos de aquí”, recuerda la joven, hoy de 22 años y residente de Florida.
Hace apenas cinco años de ese cambio, y Cecilia ha aprendido inglés, se ha vuelto activa en la política local del área de Kissimmee, donde ahora vive y ha abogado por la diáspora venezolana junto con otros paisanos, para conseguir el Estatus Temporal de Protección para los venezolanos (TPS).
También fundó junto a algunos amigos, un grupo de jóvenes venezolanos “para quienes quieran hacer activismo social”.
“Al vivir aquí entendí que vivimos en esta comunidad y que lo que pasa aquí nos afecta”, explica la joven, quien además de aprender inglés, terminó estudios de colegio comunitario y va a iniciar estudios de Ciencias Políticas este año. Todo, mientras espera la resolución legal de su caso de asilo.
La mamá de Cecilia, que era de formación politóloga, y tenía un pequeño negocio en Venezuela, ahora trabaja en Walmart y hace comida venezolana para vender en Kissimmee, Florida.
Cecilia ha estado activa en la causa por una redistribución justa de distritos electorales después del Censo 2020 en Estados Unidos.
“Como miembro de la comunidad en el condado de Osceola, en Florida, he visto el impacto de la falta de representación que tenemos. Me mudé aquí hace 4 años y rápidamente me di cuenta de que los latinos no tienen voz en el gobierno. Incluso teniendo algunos latinos en cargos, estamos excluidos del proceso de toma de decisiones”, señala.
Si bien en Florida hay muchos representantes latinos, dice la joven, “estar bien representado no significa tener un político con un apellido hispano, significa tener a alguien que entiende lo que padece la comunidad, que se acerque a ella”.
Ideológicamente, Cecilia se inclina por el partido demócrata, y eso le ha valido críticas de muchos exiliados venezolanos adeptos al Trumpismo, pero la joven, en medio de su activismo proinmigrante y pro-LGBT, se siente más identificada con los demócratas.
Cecilia participó en algunas audiencias para la redistribución de distrito, y criticó públicamente la actitud de un comisionado que impidió un testimonio en español de un ciudadano durante una reunión en el condado de Osceola.
“Dijo que el inglés es el idioma oficial, lo cual no es cierto. Este condado tiene más de 52% de latinos, la verdadera pregunta es que están haciendo nuestros representantes para entendernos mejor a nosotros”, apunta. “Queremos ser parte del proceso de toma de decisiones”.
Cecilia ha trabajado en campañas políticas locales y le interesan los temas del medio ambiente. En 2020, se involucró en favor de la campaña Biden-Harris.
“Yo sé que no voy a poder volver a Venezuela en mucho tiempo”, dice. “Pero no por eso dejo de ayudar en lo que se pueda. Sin embargo, creo que uno se involucra donde uno está”
Su prioridad inmediata, además de iniciar la universidad, es abogar por una reforma migratoria pero su futuro, dice, está en el servicio público.
“Yo quiero ocupar un puesto de servicio público en el que los latinos no hayan llegado todavía”, explica. “Necesitamos más diversidad, más mujeres, más color en esas salas de reunión y tomando decisiones para nuestra propia generación. Gente joven, con una nueva perspectiva”.