Monica Gandhi MD, MPH (left), Professor of Medicine and Associate Division Chief (Clinical Operations/ Education), the Division of HIV, Infectious Diseases, and Global Medicine, UCSF/San Francisco General Hospital; Dr. Ben Neuman (right), Chief Virologist, the Global Health Research Complex, Texas A&M University
La comunidad científica no se pone de acuerdo sobre las dosis de refuerzo en países desarrollados, mientras algunas naciones no han alcanzado a vacunar ni a la mitad de su población.
Por: Jenny Manrique
Administrar una tercera dosis de la vacuna COVID-19 se ha convertido en eje de debate en las últimas semanas en el país. El plan de la Casa Blanca para que los refuerzos alcancen a toda la población contradice las directrices de los Centros para el Control de Enfermedades (CDC en inglés), que han abogado por un enfoque escalonado, dando prioridad a las personas inmunodeprimidas y a los trabajadores de alto riesgo. Mientras tanto algunos países en desarrollo no tienen el número suficiente de vacunas para alcanzar ni a la mitad de su población, cuando en Estados Unidos y otras naciones ricas, hay almacenadas cinco dosis de la vacuna por cada habitante.
Actualmente, solo aquellos que recibieron las dos primeras dosis de la vacuna Pfizer son elegibles para una tercera. Quienes recibieron la vacuna Moderna y la de Johnson & Johnson, aún no tendrían acceso a un refuerzo. Dos expertos en salud pública, que también difieren sobre quién debe recibir la tercera inyección y cuándo, explicaron sus razones en una rueda de prensa convocada por Ethnic Media Services.
“Basado en los datos brutos, diría que el refuerzo universal, y posiblemente tres o cuatro dosis, serían muy beneficiosos para ralentizar la propagación del virus COVID-19 y provocar su fin más rápido”, dijo Ben Newman, virólogo jefe del complejo de investigación de salud global en la Universidad de Texas A&M.
Según Newman, los datos de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA en inglés) sugieren que “nadie está completamente vacunado”, y que de lo que se tiene evidencia actualmente es de una inmunidad menguante. “A medida que pasa el tiempo después de la vacunación, la cantidad de protección disminuye alrededor del 50%… Después de cinco meses, la cantidad de protección contra la muerte permanece cerca al 90%, pero el virus se ha vuelto más rápido y mejor reproduciéndose de manera muy consistente durante el brote”.
La contagiosa variante Delta y sus 11 mutaciones son hoy responsables del 99% de los casos. Pero así mismo, la efectividad de las vacunas contra Delta es casi la misma que contra otras variantes, aunque disminuye entre un 5% y 10% entre las personas mayores de 65 años.
“El beneficio de un refuerzo es muy grande independientemente del grupo de edad”, continuó Newman. “Con un refuerzo después de la segunda vacuna, se producen 50 veces más anticuerpos, así que los beneficios parecen ser universales”.
Para el virólogo, el esfuerzo de la política de salud pública debería ser acabar con el coronavirus a través de la vacunación, ya que su tasa de letalidad es del 2%. Es decir que una de cada 50 personas que contraen COVID-19 tiene más probabilidades de morir. Si bien virus como la polio y la viruela fueron eliminados con vacunas tras muchos años de circulación y diversificación entre los humanos, la COVID puede ser un desafío mayor por su capacidad de mutación, “más aún si no lo resolvemos ahora”.
Equidad global
Otros científicos en cambio argumentan que el coronavirus es endémico e imposible de erradicar. Monica Gandhi, profesora de la facultad de medicina de la Universidad de California en San Francisco, explicó que reducir el COVID de una epidemia a una endémica, para volverla manejable sin cargar a los hospitales u otros recursos de atención médica, “es lo que permitirá un retorno completo a la normalidad”.
Gandhi explicó que el SARS-CoV-2 es imposible de erradicar debido a las propiedades inherentes del patógeno: tener reservorios en animales, un alto nivel de transmisibilidad, síntomas superpuestos con otras enfermedades respiratorias y un período largo de infección, que se propaga entre portadores asintomáticos y sintomáticos.
Aunque los anticuerpos generados por las vacunas disminuyen naturalmente, estas “permiten la creación de células B y células T que van a la memoria, y pelean el virus de una manera duradera”, dijo Gandhi. Esto significa que esas células producen altos niveles de anticuerpos neutralizantes y modulan la protección contra la severidad de la enfermedad y todas las variantes del virus.
Según datos de los CDC, 183 millones de estadounidenses están completamente vacunados y entre ellos se han producido 4,000 muertes. Entre los fallecidos, el 86% tenía más de 65 años, lo que para Gandhi reitera que si bien la efectividad de la vacuna no es del 100%, y alguien puede contraer una infección sintomática después de la inoculación, “los casos son muy raros tanto en términos de hospitalizaciones como de muertes”.
En ese orden de ideas, ¿quién necesita un refuerzo adicional? Gandhi no cree que todo el mundo sino que está a favor de la “estrategia selectiva de refuerzos” en la que “definitivamente”, los pacientes inmunodeprimidos, los mayores de 65 años, y los trabajadores de la salud altamente expuestos al virus como los terapeutas respiratorios, sean priorizados a la hora de recibir terceras dosis.
“Queremos evitar que los estadounidenses se resfríen. Pero dejamos morir a los trabajadores vulnerables y de la salud en el resto del mundo, así que me cuesta mucho distinguir la discusión de refuerzo, de la discusión de equidad global en las vacunas’, dijo Gandhi.
Para la médica es “imposible escapar de las responsabilidades de los países ricos que tienen la mayor parte del suministro de vacunas”. De 6 mil millones de dosis administradas en el mundo, solo el 2.2% se han aplicado en países de bajos ingresos, mientras en los países ricos, incluido Estados Unidos hay almacenadas alrededor de cinco dosis por cada habitante.
Al respecto Newman de Texas A&M dice que “es real” que cada dosis adicional en los EE. UU. es potencialmente una dosis menos en otra parte del mundo, pero considera que el COVID se debería combatir como a un incendio: comenzando por apagarlo en un solo lugar.
“Si combatimos el virus acá luego se puede ampliar el anillo de protección hasta que cubra a todos… Me gusta que el gobierno esté intentando abordar (los refuerzos) lo que de otro modo sería un eslabón débil en nuestros esfuerzos por vacunar. Pero si no detenemos esto en todas partes, eventualmente regresará de alguna forma”, concluyó.