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Nota del editor: La semana pasada, un juez federal de Texas dictó una sentencia que prohíbe el uso del fármaco abortivo mifepristona en todo el país. (Un tribunal de apelaciones dictaminó el miércoles que la píldora podía seguir disponible, pero redujo el acceso). La sentencia, que causó conmoción en todo el país, se dirige probablemente a la Corte Suprema. Michael Waldman, Presidente y Director General del Centro Brennan para la Justicia, afirma que la decisión amenaza con repercutir negativamente y que posiblemente podría volverse contra los conservadores que contribuyeron a su adopción.
Tras la sentencia del juez Matthew Kacsmaryk—la cual invalida la aprobación de la mifepristona por la Administración de fármacos y alimentos, FDA—un juez del estado de Washington emitió una sentencia contradictoria. ¿Hacia dónde se dirige el caso?
Se trata de un caso de extraordinaria importancia. Nos muestra lo poderosos que pueden ser los tribunales federales, lo extremistas que son muchos de los jueces que los componen y lo que está en juego para mucha gente. La sentencia del juez Kacsmaryk no sólo se aplica en Texas y no solo se aplica en los estados que han prohibido el aborto. Se aplicaría en todo el país. Es una medida muy audaz de un juez muy activista y quien está en contra del derecho al aborto. Una hora después de la decisión de Texas, un juez federal del Estado de Washington dictaminó lo contrario… lo que se pretende con esto, en parte, es crear una diferencia entre partes de los circuitos judiciales del país y esto hace más probable que se dirija rápidamente a la Corte Suprema.
¿Cuál ha sido la respuesta a esta decisión por parte de la comunidad jurídica?
La sentencia del juez Kacsmaryk ha sido muy criticada y es muy inusual en varios sentidos. Una peculiaridad de las normas de los tribunales federales de Texas es que permite básicamente elegir al juez. La organización que presentó la demanda se constituyó en Amarillo, Texas, justo después de la decisión de Dobbs, aparentemente para poder llevar el caso ante Kacsmaryk, quien fue designado por Trump. Kacsmaryk fundamentó su argumento en la Ley Comstock, que es una ley de la década de 1800 que prohibía el envío de anticonceptivos y pornografía a través del correo. Esta ley ha sido básicamente anulada a lo largo de los años… incluso por la Corte Suprema. Es algo muy dudoso basarse en esta notoria y difunta ley de 1800. Por último, la sentencia de Kacsmaryk fue una medida cautelar de ámbito nacional, en la que un juez de primera instancia dictó una sentencia que afecta a todo el país. Sorprendentemente, la Corte Suprema de los Estados Unidos nunca se ha pronunciado sobre si estas medidas cautelares de ámbito nacional dictadas por un solo juez son aceptables. Pero tal como están las cosas ahora, un juez con un mazo y rencor puede hacer política para todo el país.
¿Cómo cree que podría resolver el caso la Corte Suprema?
Cualquier otro Tribunal Supremo lo habría rechazado en cuestión de minutos si hubiera tenido la oportunidad. Y de hecho, eso es lo que incluso esta Corte Suprema podría hacer, ya que el fallo socava por completo sus afirmaciones en la decisión Dobbs, la cual hace menos de un año llegó a la conclusión de que, “Oh, todo lo que estamos haciendo … es enviar esto de nuevo a la gente, de vuelta a los estados”. También creo que la super mayoría de conservadores altamente ideológicos en la Corte Suprema tienen que entender que ha habido una reacción masiva, masiva a la decisión Dobbs (la decisión Dobbs otorga a cada estado la autoridad para regular el aborto). Lo vimos recientemente en Wisconsin, donde después de años de elecciones muy divididas, la juez progresista del Tribunal Supremo del Estado obtuvo una victoria de 11 puntos y gran parte de la cuestión gira en torno al derecho al aborto. Saben que si mantienen la decisión del juez Kacsmaryk en Texas, será un terremoto político con grandes implicaciones partidistas.
Este tipo de consideraciones partidistas se presentan descaradamente frente a la idea de que nuestro sistema judicial es imparcial, ¿no es así?
Creo que se nos recuerda con gran claridad que la Corte Suprema es una institución política. Siempre lo ha sido. Y aunque siempre se supone que es un poco en contra la mayoría-hay veces que queremos que la Corte Suprema y los tribunales federales en general defiendan los derechos de los individuos o de las minorías frente a la mayoría-. Hoy en día, la Corte Suprema es cada vez más el cautiva de una minoría política—de una “facción”—como la habría llamado James Madison. Y avanza en una dirección mientras que el país avanza en otra.
Todo esto ocurre mientras la confianza pública en nuestras instituciones continúa cayendo.
Otorgamos este poder a la Corte Suprema porque aceptamos la idea de que está por encima de la política. Pero cuando la Corte Suprema y los tribunales federales actúan de forma política o parecen simplemente dictar sentencias diferentes en función de quiénes sean los jueces, despilfarran esa credibilidad. Y no es de sorprender que la confianza del público en todo tipo de instituciones haya caído… pero la gente ha tendido a confiar en los tribunales. Ahora ya no. La aprobación pública y la confianza en la Corte Suprema se ha desplomado. Ahora está en el nivel más bajo registrado. Es una verdadera vergüenza y es producto de estas sentencias extremas.
La sentencia de Texas fue seguida por un informe de ProPublica en el que se detallan los vínculos del juez de la Corte Suprema, Clarence Thomas con un multimillonario donante conservador. ¿Existe algún hilo conductor entre ambos?
El reportaje de ProPublica muestra que un mega donante conservador, Harlan Crow, ha estado subvencionando en secreto el estilo de vida del juez Clarence Thomas durante los últimos 20 años. Viajes en jet privado, vacaciones de lujo, cruceros en yate, estancias en un hotel privado cada verano. Nada de esto fue revelado públicamente—era necesario. La Corte Suprema es el único tribunal en los Estados Unidos que no tiene un código de ética que se pueda hacer cumplir. Aun cuando las acciones de Thomas no son ilegales… muestra el acogedor mundo de los activistas conservadores, los donantes conservadores y estos jueces. Es una toma de control de una rama del gobierno por una facción de una facción. Me resulta muy claro que la Corte Suprema realmente necesita algunas reparaciones.
Un artículo del Atlantic cita dos épocas anteriores en las que la Corte Suprema se movía en contracorriente de la sociedad estadounidense. La primera condujo a la Guerra Civil y la segunda a un apoyo abrumador a las políticas del New Deal (Nuevo pacto) de FDR (Presidente Franklin Delano Roosevelt). ¿Hacia dónde cree que se dirigen las cosas ahora?
En realidad, cuento tres de esas épocas. La primera fue tras la decisión Dred Scott en 1857, que condujo al ascenso del Partido Republicano de Abraham Lincoln, a su elección y a la Guerra Civil que acabó con la esclavitud. La segunda fue a principios del siglo XX, cuando la Corte Suprema sintió que su trabajo era detener las regulaciones destinadas a proteger la salud, la seguridad, a las mujeres y a los trabajadores en una época de grandes cambios y consolidación industrial. La lucha se prolongó durante décadas… provocando una revolución constitucional que defendió el New Deal (Nuevo pacto). La tercer era es en realidad la Corte Warren, que logró cosas extraordinarias como Brown v. Board of Education. Pero la Corte Suprema, en esa ocasión, se adelantó a la nación entera al ejercer presión por mayores derechos y lo hizo tan rápido y tan dramáticamente … que hubo una gran reacción. Todavía estamos viviendo en ese largo contragolpe y eso nos ha traído a este momento.
En junio publicará un nuevo libro acerca de la Corte Suprema. ¿Qué ha aprendido en su investigación que pueda ayudarnos a entender este momento?
Al escribir el libro recordé que las respuestas no van a venir de la mano de mejores informes, mejores notas a pie de página o decisiones más cuidadosamente razonadas por parte de los jueces. Las grandes cuestiones constitucionales de nuestro país, tarde o temprano, las decide el público, en el tribunal de la opinión pública. Y creo que sigue siendo así. Como sostengo al final del libro, es hora de que los liberales se desenamoren de la Corte Suprema. Los conservadores lo entendieron hace años. Creo que es positivo que los progresistas entiendan que se trata de una lucha política y que tienen que exponer sus argumentos ampliamente a la opinión pública.
Michael Waldman es Presidente y Director General del Centro Brennan para la Justicia de la Facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York. Miembro de la Comisión Presidencial sobre el Tribunal Supremo de los Estados Unidos en 2021 y ex director de redacción de discursos bajo la presidencia de Bill Clinton, Waldman es autor del libro de próxima aparición “The Supermajority: The Year the Supreme Court Divided America“, disponible el 6 de junio.