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Los delitos de odio y los incidentes relacionados con el odio han ido en aumento en los últimos años, provocando miedo e ira en las comunidades. Pero según expertos y defensores de los derechos civiles, es una mayor participación pública y no una mayor vigilancia policial, la clave para abordar el problema.
Argumentan que aumentar la conciencia pública es un paso fundamental hacia la sanación ndividual y comunitaria.
“El odio no surge en el vacío”, dijo Becky L. Monroe del Departamento de Derechos Civiles de California. “Si realmente vamos a abordar los incidentes de odio y los crímenes de odio, tenemos que hacer cumplir todas nuestras protecciones de derechos civiles”.
Monroe, quien participó de un panel de oradores durante una rueda de prensa organizada por Ethnic Media Services, hizo referencia a su antiguo mentor en el Departamento de Justicia, Ron Wakabayashi, cuya familia estaba entre unos 120.000 estadounidenses de origen japonés enviados a campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial.
“Él solía decir: ‘hay una razón para la esperanza, y esa razón está en todas las personas que son objeto de odio’. Muchas comunidades que tenían todas las razones para renunciar a este país se negaron a renunciar a la idea de hacer de este un lugar más justo para todos”.
En respuesta al aumento de los delitos de odio y los incidentes de odio, el Departamento de Derechos Civiles de California está lanzando la iniciativa ‘California vs Hate‘, una red para apoyar a las víctimas y aumentar la conciencia sobre qué son delitos de odio y cómo denunciarlos cuando ocurren.
Las leyes federales y estatales de California lo definen como un acto delictivo dirigido a personas por motivos de género, raza, nacionalidad, religión o afiliación política.
Un incidente de odio, por otro lado, es una acción que, si bien está motivada por el odio, puede no cruzar la línea de la criminalidad. Los ejemplos comunes incluyen insultos racistas o mostrar mensajes de odio dirigidos a grupos protegidos.
Monroe dice que si bien los incidentes de odio pueden no ser técnicamente actos delictivos, pueden tener un “impacto devastador en la persona y la comunidad” a la que se dirigen.
Hay una gran cantidad de datos disponibles sobre delitos de odio, incluidos datos federales y estatales, aunque los expertos dicen que las cifras están lejos de ser precisas.
“Cuando miras los datos, no hay duda de que los crímenes de odio van en aumento, aunque poco se denuncian”, explicó Monroe. El FBI cuenta un poco más de 8.000 crímenes de odio por año pero, señala Monroe, el número real podría estar más cerca de los 250.000.
La enorme disparidad se explica en parte por el hecho de que muchas víctimas a menudo no ven a la policía como una opción segura o confiable cuando se trata de denunciar delitos de odio. Para Monroe, centrarse en estrategias centradas en la comunidad “nos ayudará a conectar a las personas con recursos y apoyo culturalmente competentes”.
Otro factor tiene que ver con las agencias de aplicación de la ley estatales y locales, que no tienen la obligación de proporcionar datos sobre delitos de odio al FBI. De hecho, el 85% de los organismos encargados de hacer cumplir la ley que prestan servicios en jurisdicciones con más de 100.000 habitantes en California informan rutinariamente cero delitos motivados por el odio en su área.
A nivel nacional, la mayoría de los crímenes de odio siguen siendo perpetrados por hombres blancos, mientras que la mayoría de las víctimas son afroamericanos. Pero en los últimos años ha habido un aumento notable en los crímenes de odio contra asiático-americanos, latinos, musulmanes y judíos.
Según los datos de Stop AAPI Hate, desde 2020 se han producido 11.000 incidentes de odio contra la comunidad AAPI. La mayoría han tenido lugar en espacios públicos y se han dirigido principalmente a mujeres y ancianos.
Los estadounidenses chinos, coreanos, japoneses, filipinos y vietnamitas se encuentran entre los grupos más atacados, con un 63% de casos de acoso verbal, un 16% de agresión física y un 11% de violaciones de los derechos civiles.
La directora y cofundadora de Stop AAPI Hate, Manjusha Kulkarni, dice que las causas detrás de estos incidentes varían, por lo que “una solución única para todo no funciona”.
Ella agregó que “la vigilancia no va a ser la respuesta. Necesitamos una infraestructura integral de derechos civiles en todo el país”.
Stop AAPI Hate actualmente está impulsando dos proyectos de ley — SB 1161 and AB 2549 — en la Legislatura del Estado de California para trabajar con funcionarios estatales en tres áreas principales: derechos civiles, seguridad comunitaria y equidad educativa.
Brian Levin, del Centro para el Estudio del Odio y el Extremismo en Cal State-San Bernardino, dice que la retórica de los funcionarios electos y los medios han ayudado a impulsar el aumento de los delitos de odio en todo el país.
“Los crímenes de odio contra los latinos en 2018 fueron los más altos en una década debido a la discusión de odio en la televisión”, señaló Levin, y agregó que los crímenes de odio dirigidos a la comunidad LGBTQ se duplicaron en Los Ángeles y aumentaron un 40% en todo el país en el mismo año, con ataques cada vez “más viles y más violentos”.
Y aunque Levin está de acuerdo en que las soluciones no carcelarias son una herramienta importante para abordar el aumento del odio, también señala que el Departamento de Justicia actualmente procesa menos del 20% de los casos.
Para Sassana Yee, cuya abuela murió después de ser brutalmente golpeada en San Francisco en 2019, la sanación ha significado construir conexiones interculturales para unir a las comunidades que a menudo coexisten con poca o ninguna comprensión mutua.
“Su muerte despertó en mí la conciencia de superar las fronteras culturales y desarrollar amistades”, dijo Yee, que aboga por lo que ella llama justicia transformacional.
Como parte de su trabajo, Yee dirigió un viaje por carretera de un mes por todo el país con 10 estudiantes de secundaria: la mitad afroamericanos y la mitad chinos americanos.
“Fuimos a 16 ciudades para aprender sobre la cultura, la historia y las contribuciones de los demás a los EE. UU.”, dijo. “Llegamos a entender quiénes somos como individuos y como colectivo”.
En mayo pasado, la legislatura aprobó cambiar el nombre del parque infantil donde se encontró a la abuela de Sassana, Yik Oi Huang, como Parque de la Paz y la Amistad Yik Oi Huang. “Un anciano negro de la comunidad sugirió este nombre”, señaló Yee, “lo que es un gesto simbólico de solidaridad muy potente”.