Funcionarios gubernamentales, investigadores y activistas del clima de todo el mundo acudirán a la ciudad egipcia de Sharm El Sheikh la próxima semana para asistir a la 27.ª cumbre anual de las Naciones Unidas sobre el clima. El evento se produce en medio de crecientes signos de angustia climática, desde huracanes más destructivos hasta temporadas de incendios forestales, monzones más largos y dañinos, sequías… la lista es larga. También se produce tras unas elecciones históricas en Brasil que podrían determinar el destino de la selva amazónica. Daniel Nepstad es el fundador del Instituto de Innovación de la Tierra, una organización sin ánimo de lucro que promueve estrategias de desarrollo sostenible en el Amazonas y otras regiones de bosques tropicales, es uno de los principales autores del 5.º Informe de Evaluación del IPCC. Afirma que la COP de este año podría dar lugar a acuerdos que abran la puerta a una financiación muy necesaria para las estrategias climáticas en Brasil y en todo el mundo.
La conferencia anual de la ONU sobre el clima se celebrará la próxima semana en Egipto. Será la 27.ª reunión de este tipo como en otros tantos años. ¿Espera que salga algo de esta reunión?
En realidad hay tres COP. Habrá negociaciones oficiales. Y espero que de ellas salga claridad sobre un nuevo e importante mecanismo de mercado de carbono que será clave para financiar las estrategias climáticas en el Amazonas, por ejemplo. La COP del año pasado produjo un conjunto de normas, pero dejó muchas cosas por decidir. La segunda COP son todas las reuniones paralelas. Habrá varios gobernadores de la Amazonia en la conferencia, y es una gran oportunidad para hablar con ellos. Cuando te reúnes con ellos en Brasil, tienes suerte si es que consigues unos minutos. La tercera COP son todas las manifestaciones: las protestas, la frustración, especialmente entre los jóvenes. El año pasado se hicieron muchas promesas en Glasgow, así que este año se trata de ver cuánto se ha avanzado. Ha habido algunos, pero no los suficientes.
Los países en desarrollo sostienen que las naciones más ricas deben hacer más para pagar la factura de los daños climáticos que han provocado en gran medida. Este sigue siendo el principal punto de fricción. ¿Por qué?
En términos oficiales de la COP se denomina «pérdidas y daños» del cambio climático. Y Estados Unidos es, por mucho, el principal contribuyente. Por tanto, deberíamos ayudar a los países más afectados. Pero la posición de Estados Unidos ha sido: «No podemos ocuparnos de ello. Es demasiado grande». Existe el temor de que se convierta en una cifra financiera tan grande que haga fracasar a la banca. En consecuencia, hay un acuerdo tácito entre naciones desarrolladas de no ir por ese camino. Incluso con los cien mil millones anuales prometidos en 2009 en Copenhague, que se suponía que era el gran acuerdo. El presidente Obama voló hasta allá. Trabajó en un acuerdo con Pekín, pero nunca se llevó a cabo. Y en el marco de la ONU no hay autoridad para obligar a las naciones ricas a hacer lo correcto. Todo se basa en el consenso.
Gran parte de su trabajo en Brasil se centra en sentar a la mesa a grupos dispares. ¿Puede hablarnos un poco de ese trabajo? ¿Y cómo podría extenderse a un marco global?
En 2015, cuando se celebró la Conferencia de las Partes en París, fue un gran acontecimiento, ya que nos dio el régimen climático mundial en el que estamos ahora. En la antesala de esa conferencia, le pregunté al gobernador de Mato Grosso, el estado más grande de Brasil, qué planeaba lanzar en términos de un plan. Y me dijo que no estaba seguro. Así que hablamos de reunir a todos los sectores del estado… las ONG, los pueblos indígenas, los pequeños agricultores y el sector privado, para ver si podíamos llegar a una visión compartida. En agosto lo aprobó y en noviembre se llegó a un acuerdo. Nuestro papel fue trabajar tras bastidores –junto con otras organizaciones– con el sector agroindustrial, que en aquel momento estaba enfadado con el sector medioambiental. En ese proceso pudimos encontrar puntos de consenso con los que todos los sectores estaban de acuerdo. Y creo que eso demostró que se puede sentar a la mesa a personas que tienen una historia de odio mutuo y una total falta de diálogo. Es posible encontrar puntos comunes y una opinión compartida sobre cómo podría ser el futuro. Estoy seguro de que todo el panorama mundial tiene ese potencial.
Brasil acaba de elegir a su próximo líder en unas elecciones polémicas y profundamente divisivas. ¿Qué le han dicho sus contactos allí sobre los resultados?
Las zonas de alta pobreza y las comunidades rurales remotas se decantaron por Lula. Pero, de hecho, Bolsonaro es muy grande en el Amazonas. Gran parte de la región votó fuertemente a su favor, incluidas las regiones donde la agroindustria es fuerte. Y la idea de que las elecciones fueron amañadas también es muy fuerte entre sus partidarios. He estado en Brasil tres veces este año, y siempre me sorprende la cantidad de personas que conozco que nunca sospecharía que fueran partidarios de Bolsonaro, y, sin embargo, lo son. Y esto se relaciona con la frustración de que el país todavía no se ha puesto las pilas… demasiadas regulaciones, demasiada corrupción, poca libertad, ya sea de expresión o para el sector privado. Brasil es extremadamente burocrático… así que puedo entender el porqué de esas frustraciones.
¿Cuál es el historial de Lula sobre la Amazonia?
Lula presidió el mayor descenso de la deforestación en la Amazonia de la historia, el mayor descenso de la deforestación visto en cualquier otra parte del mundo. Cuando asumió el cargo en 2002, la deforestación en la Amazonia se disparaba. Y era una combinación de factores, pero básicamente la gente estaba ganando mucho dinero, y para ganar dinero había que talar la selva. Lula vio esto como una amenaza para la trayectoria que imaginaba para Brasil, que quería ver emerger como un actor internacional serio. Así que vio con prioridad la deforestación de la Amazonia, lanzando una estrategia nacional que era muy fuerte en lo que respecta pero ligera en incentivos positivos. Hacia el final de su mandato, la deforestación comenzó a subir de nuevo, y ha estado aumentando, desde entonces, mucho más bajo el mandato de Bolsonaro.
¿Cree que Lula adoptará un enfoque similar esta vez?
Se encuentra en una situación difícil. No tiene el escenario económico positivo que tenía cuando inició su primer mandato. No tiene un congreso que lo apoye. Así que la pregunta es si volverá a la vieja estrategia de mando y control o si intentará algo nuevo. Considero que se tiene que probar algo nuevo. No se puede volver a lo que se ha hecho anteriormente.
¿Cómo podría ser ese enfoque?
Cada vez hay más inversores que quieren formar parte de una historia positiva en el Amazonas. Hace tres años eso no existía. En aquel entonces, todo consistía en aislar la Amazonia de los mercados internacionales para salvarla. Ahora está surgiendo un enfoque positivo de la deforestación del Amazonas que me parece muy prometedor. Muchos de los gobernadores de la Amazonia están alineados con Bolsonaro, y han recibido sobrada negativa de los medios de comunicación. Pero también se toman en serio los bosques por razones pragmáticas. Reconocen el papel que debe desempeñar el sector privado en el desarrollo de la Amazonia. Saben que si no controlan la deforestación, los inversores no vendrán. La elección de Lula tuvo un gran resultado. Pero ahora tendrá que alinearse con estos gobernadores, con la agroindustria y el sector agrícola si es que quiere conseguir algo.
¿Qué significa la Amazonia para Brasil desde el punto de vista económico, cultural y político?
La Amazonia es el mayor motivo de orgullo de muchos brasileños y el mayor dolor de cabeza de muchos otros brasileños. Es motivo de orgullo que la mayor parte se encuentre en Brasil y que, por lo tanto, Brasil sea el principal administrador de la mayor selva tropical del mundo. El dolor de cabeza viene cuando las tasas de deforestación definen la diplomacia internacional de Brasil. Cuando las tasas suben, Brasil es desestimado, reprendido y regañado. Cuando los índices bajan es muy diferente. Esa división es paralela a la de estas elecciones.
¿Y el planeta? ¿Qué significa la selva amazónica para el cambio climático?
Todo el mundo debería preocuparse por el Amazonas porque es un actor muy importante en el cambio climático. El CO₂ almacenado en la Amazonia equivale a todas las emisiones globales quemadas en la última década. Incluso la mitad de esa cantidad que va a la atmósfera significaría que se hace mucho más difícil evitar un cambio climático catastrófico.
¿Qué consejo daría a los periodistas a la hora de cubrir este tema?
Insistiría en que no es demasiado tarde. Hay muchas cosas positivas que están sucediendo, incluso en la Amazonia, que no están saliendo a la luz y necesitan hacerlo… nuevas empresas, la bioeconomía, líderes políticos locales que deciden hacer lo correcto. El 72 % de la selva amazónica está en un estado o provincia donde el gobierno regional ha desarrollado un plan decente para mantener la selva en pie. Lo que les falta es dinero. Y ese dinero podría llegar ahora. Si además se complementa con nuevos tipos de empresas, nuevos productos sostenibles que salgan del Amazonas, podría ser que estuviéramos en el comienzo de una fase regenerativa del desarrollo del Amazonas.