Clockwise from top left: Steve Ravarella, Senior Spokesperson for the UN World Food Programme; Parul Sachdeva, Country Advisor in India for Give2Asia; Elio Rujano, Communications Officer for the World Food Programme’s regional bureau in Central America and the Caribbean; Annabel Symington, Head of Communications for the World Food Programme in Yemen
La pandemia ha agravado la inseguridad alimentaria en todo el mundo. El Programa Mundial de Alimentos se ve corto de recursos para paliar el hambre.
Por: Jenny Manrique
Los conflictos, el cambio climático y ahora la COVID-19 son las tres C’s que están llevando a la hambruna a 270 millones de personas en los lugares más empobrecidos de Asia, Oriente Medio, África, Centroamérica y América Latina. Funcionarios del Programa Mundial de Alimentos (PMA), el brazo de las Naciones Unidas que alimenta a unas cien millones de personas cada año en unos 88 países, advirtieron que se están quedando sin recursos para satisfacer la demanda de alimentos básicos y así evitar que la gente muera de inanición.
“Estamos pidiendo a nivel mundial US$13.500 millones para nuestro presupuesto este año, pero pronosticamos que sólo podremos recaudar alrededor de US$7.800 millones”, aseguró Steve Taravella, portavoz principal del PMA, en una conferencia organizada por Ethnic Media Services.
Antes de la llegada de la pandemia alrededor de 135 millones de personas ya padecían hambre aguda en el mundo, pero los impactos económicos colaterales del virus han duplicado esa cifra. El PMA estima que en 2021, unos 19 mil funcionarios que trabajan en países en desarrollo tendrán que duplicar esfuerzos para atender al menos a 120 millones de personas, siendo los casos más preocupantes los de Yemen, Sudán del Sur, Nigeria y Burkina Faso.
“Durante muchos años el PMA estaba en línea con el objetivo de hambre cero de la ONU para 2030, pero está bastante claro ahora que eso no sucederá”, dijo Taravella. “COVID está empobreciendo a los más pobres del mundo y dejando en situación de más hambre a los más hambrientos del mundo”.
El PMA ganó el año pasado el Premio Nobel de Paz por su trabajo para erradicar el hambre en zonas donde los desastres naturales y los conflictos han provocado una interrupción de los canales normales de distribución de alimentos. Zonas donde las carreteras bombardeadas impiden pasar a los camiones que transportan harina, arroz, lentejas, guisantes, aceite de cocina y sal. Zonas donde los ataques aéreos destruyen los aviones que llevan provisiones dietarias. Zonas donde los incesantes combates impiden que las personas hambrientas puedan aventurarse a buscar comida o que los trabajadores humanitarios se muevan con seguridad para proporcionarla, en momentos en que la tierra no puede ser cultivada.
“Ha habido actos terroristas contra aldeanos y trabajadores humanitarios por parte de Al-Qaeda Al-Shabaab, Boko Haram e ISIS”, añadió Taravella. Recientemente un miembro del PMA fue asesinado en la República Democrática del Congo mientras acompañaba al embajador italiano en una visita a un sitio de alimentación escolar.
El PMA reparte comidas escolares en las aulas, educa en temas de nutrición a mujeres embarazadas y madres primerizas, y apoya a pequeños agricultores para que puedan encontrar mercados para sus productos.
“Trabajamos muy de cerca con los gobiernos pero nos vemos allí solo como una curita temporal. Nuestro objetivo es ayudar a desarrollar la capacidad del país para que gestionen los programas”, explicó Taravella.
Aunque en Estados Unidos el PMA no opera ningún banco de alimentos, los inmigrantes en el país han contribuido enormemente a aliviar la hambruna en sus naciones de origen después de desastres naturales como el tifón que devastó Filipinas o los huracanes en Centroamérica. Pero COVID también ha impactado las remesas.
Huracanes devastadores
“Cuando llegó la COVID, esperábamos que la temporada de huracanes fuera tranquila como la de hace unos años, pero ese no fue el caso”, contó desde Panama Elio Rujano, oficial de comunicaciones para la oficina regional del PMA en Centroamérica y el Caribe.
La temporada 2020 produjo 30 tormentas, de las cuales 13 se convirtieron en huracanes, seis de ellos con alcance devastador. Eta e Iota arrasaron zonas en Guatemala, Honduras y Nicaragua mientras la tormenta tropical Amanda azotó a El Salvador. Desde 2014 estos países ya venían experimentando períodos prolongados de sequías o lluvias excesivas provocadas por el fenómeno del Niño, ambos causantes de la destrucción de cultivos y del sustento de las familias de agricultores.
“En el pasado solo nos centrábamos en el corredor seco donde viven los agricultores rurales, pero ahora, debido a la pandemia, el hambre se ha expandido a las áreas urbanas”, dijo Rujano. “El 50% de la mano de obra en América Latina y en Centroamérica es informal, trabaja en la calle, y al no poder salir, dejaron de satisfacer sus necesidades básicas.”.
En la región 2,2 millones de personas padecían de hambre en 2018 y ese número se acerca a casi 8 millones en 2021.
Aquí el PMA trabaja en apoyar a las comunidades a ser más resilientes al cambio climático. Les invitan a reemplazar el cultivo de productos frágiles como el frijol y el maíz con la apicultura, ya que la miel se puede almacenar por períodos más largos. También les dan dinero en efectivo para que compren alimentos en tiendas locales y les enseñan sobre nutrición.
Rujano estima que podrían atender a cerca de 2,6 millones este año si reciben donaciones por el orden de los $47 millones para llegar a esa población.
Niños malnutridos en Yemen
Aunque la situación en Centroamérica es preocupante, en lugares como Yemen donde el conflicto es el principal impulsor de la crisis del hambre, las cifras son aún más escalofriantes. Desde finales de 2018 este país se ha catalogado como el hogar de la mayor crisis humanitaria del mundo. Seis años de guerra entre los rebeldes hutíes que controlan el norte del país y el gobierno reconocido a nivel nacional con dominio en el sur, han devastado la infraestructura, destruido tierras agrícolas, erosionado los servicios gubernamentales y dejado al sistema de salud de rodillas.
Cerca de 4 millones de personas de una población de 30, se han convertido en refugiados internos mientras los precios de los alimentos son en promedio 140 veces más altos que antes de la guerra.
“La situación del hambre en este momento en Yemen ha alcanzado un nuevo pico”, dijo desde Londres Annabel Symington, jefe de comunicaciones del PMA en Yemen. “El pronóstico para 2021 es que 50.000 personas ya viven en condiciones de hambruna, otros 5 millones están en un riesgo severo de caer en una hambruna y alrededor de 11 millones de personas se enfrentan a niveles críticos de inseguridad alimentaria”, agregó.
La hambruna ocurre cuando la desnutrición está tan extendida que las personas literalmente mueren de hambre por falta de acceso a la comida regular nutritiva.
El PMA asiste a más de 12 millones de personas en Yemen – la operación más grande del mundo- con la entrega de harina, legumbres, aceite, azúcar y sal, así como productos enlatados para quienes no tienen acceso inmediato a equipos de cocina como es el caso de los desplazados.
El conflicto ha contribuido a que casi la mitad de todos los niños menores de 5 años en Yemen enfrenten desnutrición aguda, lo que no solo afecta su desarrollo físico y cognitivo, sino que los pone en riesgo de muerte. 11,2 millones de madres embarazadas o en período de lactancia también están desnutridas y según Symington estos números pueden estar subestimados.
Las madres están recurriendo a medidas desesperadas para sobrevivir: o comen menos para alimentar a sus hijos o deben elegir cuál de sus niños come.
Tras la llegada de COVID, las tasas de mortalidad se dispararon pero como la capacidad de testeo es limitada no se sabe a ciencia cierta cuántas personas contrajeron el virus. “La cuarentena se levantó demasiado temprano porque la gente no se podía quedar en casa y morir de hambre”, dijo Symington.
“Es claro que la paz es lo que Yemen necesita para que podamos abordar la crisis alimentaria”, agregó.
Migrantes en India
En India, el país con mayor cantidad de personas con inseguridad alimentaria en razón a su extendida población (1,300 millones de habitantes), la pandemia agudizó especialmente la situación de los inmigrantes internos.
Casi 139 millones de personas se movilizan de áreas rurales a las grandes ciudades para desempeñarse en trabajos informales en fábricas o como vendedores ambulantes. El coronavirus los obligó a regresar a sus aldeas, e incluso por las restricciones de transporte, tuvieron que hacerlo a pie enfrentados no solo a largas jornadas sino al hambre misma. La pandemia también interrumpió la temporada de cosecha de marzo y abril afectando las cadenas de suministro de alimentos.
“Aunque las restricciones (por la pandemia) se han eliminado y estas personas han regresado a las ciudades, hay muy pocos trabajos por la desaceleración económica”, dijo desde New Delhi Parul Sachdeva, asesora en India para Give2Asia, una ong que apoya a organizaciones locales en 23 países de Asia Pacífico.
“Hoy 8 de cada 10 personas comen menos alimentos que antes de la pandemia y casi 1 de cada 3 personas se enfrenta a una inseguridad alimentaria moderada o grave”.
El gobierno aprobó un paquete de US$22,6 mil millones para la distribución de alimentos básicos por cuatro meses y transferencias de efectivo de $500 rupias (US$7) hasta por tres meses. Pero los trabajadores informales fueron dejados fuera del paquete lo que obligó a organizaciones de la sociedad civil a apoyar a quienes regresaban a sus aldeas con comidas, suministros de salud y refugio.
Organizaciones como Akshaya Patra distribuyeron 1.8 millones de raciones de comida diarias para niños en toda India. Give2Asia ahora trabaja en la rehabilitación económica a través de la capacitación y la entrega de insumos para la agricultura.
“Este es el tipo de actividades que deseamos promover”, agregó Sachdeva. “Creo que proporcionan alguna solución para la regeneración de los medios de vida en un país como el nuestro”, concluyó.
Puede donar al PMA en este link o a través de la aplicación Share the Meal