La frontera de Eagle Pass, Texas, tiene alambre de espino y una línea de 30 metros (1000 pies) de grandes boyas redondas. Las barreras flotantes pretenden disuadir a los inmigrantes que intentan cruzar desde la ciudad de Piedras Negras, en el lado mexicano del río Grande.
Para el periodista Manuel Ortiz, forman parte de lo que, según él, es un ambiente más militarizado a lo largo de este tramo de la frontera entre Estados Unidos y México.
“Es la primera vez que me parece una zona de guerra”, confiesa Ortiz, fundador de Península 360 Press, que ha cubierto la frontera de forma intermitente durante décadas. Conduciendo hacia el suroeste desde San Antonio, describe helicópteros sobrevolando y vehículos militares a lo largo de la carretera.
La semana pasada, la policía estatal encontró un cadáver pegado a una de las boyas fronterizas.
El gobernador de Texas, Greg Abbott, inició la Operación Lone Star (Estrella solitaria) en marzo de 2021 en respuesta al aumento de los cruces fronterizos. En mayo de ese mismo año, Abbott emitió una declaración de desastre y posteriormente envió tropas de la Guardia nacional a la frontera. Dos agencias estatales, el Departamento de Seguridad Pública de Texas y el Departamento Militar de Texas, están a cargo de la operación. Cuando 16,000 migrantes llegaron repentinamente a Del Rio en noviembre de 2021, Abbott envió 10,000 guardias a la frontera en respuesta. Del Río está a unos 55 kilómetros al norte de Eagle Pass.
“Los únicos ganadores de las acciones de Abbott parecen ser los traficantes de personas”, declaró Ortiz durante una conferencia de prensa étnica de EMS. Hablando con los migrantes, señaló que los traficantes de personas, llamados coyotes, solían cobrar 500 dólares por persona para cruzar la frontera. El precio ha subido a 1,500 dólares, dice, después de que se instalaran las barreras flotantes.
Al otro lado de la frontera, Ortiz señaló que las autoridades mexicanas parecen “no estar haciendo nada contra los traficantes”, y añadió que hay rumores no verificados de que funcionarios locales podrían estar implicados en el tráfico.
Una ‘app con fallas’
La administración Trump esencialmente dejó de procesar las solicitudes de asilo a lo largo de la frontera sur de Estados Unidos durante la pandemia invocando el Título 42, una orden de salud pública que permitía la expulsión inmediata de los migrantes.
Ese programa fue finalizado en mayo. Posteriormente, la Administración Biden anunció que los solicitantes de asilo tendrían que concertar una cita con el Servicio de Aduanas y Protección de Fronteras, CBP, a través de una aplicación móvil “app” antes de llegar a la frontera.
Gianna Borroto es la principal abogada del Consejo americano de inmigración (AIC). Es una situación imposible”, afirma, describiendo la aplicación CBP One como una “medida cruel” diseñada para limitar quién puede solicitar asilo en este país.
AIC y sus socios presentaron el 27 de julio una demanda colectiva ante el tribunal de distrito del Distrito Sur de California en relación con la aplicación CBP One. La demanda cuestiona la política de la administración Biden de rechazar en los puertos de entrada a los solicitantes de asilo que no han concertado una cita. La demanda nombra a diez demandantes que alegan que no pudieron lograr programar una cita.
Además de un teléfono inteligente (smartphone) se necesita acceso a internet para usar la aplicación. Muchos migrantes viven en campamentos sin electricidad ni agua y mucho menos servicio de Internet. Borroto dice que muchos migrantes no tienen dinero para comprar recarga (minutos) para sus teléfonos porque necesitan lo que tienen para comprar comida.
También mencionó una serie de problemas con la aplicación CBP One. Un hombre no pudo obtener soporte técnico, sólo líneas de código; una mujer lo intentó todos los días durante meses pero no pudo conseguir una cita; la aplicación funciona en tres idiomas pero los migrantes fronterizos hablan 20 o más, así que a menos que hablen inglés, español o creole, es inútil; la aplicación no se actualiza fácilmente y se congela a menudo.
“El acceso al asilo no puede limitarse a la lotería de una aplicación para teléfonos inteligentes”, afirma Borroto. Una sentencia reciente en un caso similar de 2017 le da esperanzas. Una versión anterior de una política de rechazo que limitaba el acceso al asilo en la frontera fue declarada ilegal y en violación de la Constitución de Estados Unidos.
Borroto afirma que la AIC presentó la demanda para proteger el derecho fundamental a solicitar asilo, consagrado tanto en el derecho estadounidense como en leyes internacionales.
Una historia de racismo
El profesor y escritor Cal Jillson es una reconocida autoridad en política tejana y en la política de la frontera sur de Estados Unidos. “La situación actual en la frontera se ha repetido muchas veces a lo largo de la historia de Estados Unidos”, afirmó Jillson.
Estados Unidos siempre ha sido racista, y ese racismo ha influido durante mucho tiempo en las actitudes hacia la inmigración, afirmó.
“Benjamín Franklin dijo cosas terribles sobre los inmigrantes alemanes en Pensilvania en la década de 1750. Los irlandeses fueron maltratados en las décadas de 1840 y 1850. Los asiáticos fueron excluidos por completo desde la década de 1880 hasta bien entrada la de 1950”, explicó Jillson.
Señaló que en el siglo XIX, el pensamiento de la mayoría blanca dominante en el país era efectivamente ‘si son blancos, vengan’.
“Pero incluso a principios del siglo XX, cuando la economía estadounidense era fuerte y se necesitaba mano de obra, se recibía a gente a través de la frontera de México a Estados Unidos con la presunción de que trabajarían barato y volverían a casa cuando el trabajo estuviera terminado”.
A partir de la década de 1950, los trabajadores inmigrantes empezaron a quedarse todo el año.
“Veo los acontecimientos actuales en la frontera como parte de una ambivalencia estadounidense –especialmente de los estadounidenses blancos—sobre la inmigración, en concreto sobre la inmigración de personas no blancas… y siempre ha sido así”, afirmó.
En lo que respecta a la inmigración como cuestión política, Jillson considera que los republicanos tienen ventaja. Su mensaje es sencillo: nos oponemos a la inmigración ilegal y nos preocupa la inmigración legal. “Es una especie de calcomanía en un parachoques con un lema político”, dijo.
Los demócratas, por su parte, esperan que la inmigración no se convierta en el tema principal de la próxima carrera presidencial. Tienen un reto mayor para hacer su posición más políticamente apetecible, dijo Jillson, con una coalición más compleja, algunos de los cuales “reconocen que la acusación republicana de que los demócratas defienden las fronteras abiertas es un asesino político”.
Son los republicanos quienes establecen políticas de fronteras cerradas, señaló Jillson, y es probable que siga siendo así durante algún tiempo.