La naturaleza, con toda su majestuosidad, es frágil. También puede ser profundamente curativa. Por eso, durante la pandemia de Covid, millones de personas salieron al aire libre para escapar el confinamiento prolongado y los hábitats locales, que son el hogar de una variedad de fauna, fueron los más afectados.
En ningún lugar es más cierto que en los 125,000 acres y 73 parques que componen el Distrito de parques regionales del este de la bahía (EBRPD), que en el momento álgido de la pandemia registró un número récord de visitantes.
“Al acercarnos a estos parques, tenemos que comprender la historia y la sensibilidad de estos parques ante nuestra presencia”, dice Dee Rosario, el primer filipino-norteamericano y el primer asiático norteamericano que forma parte de la junta directiva del EBRPD, el mayor distrito de parques regionales urbanos del país. “Estas son nuestras tierras. Son de todos. Pero esta propiedad conlleva una responsabilidad”.
Rosario formó parte de un panel de oradores durante una conferencia de prensa para los medios de comunicación coorganizada por EMS y el EBRPD en la que se discutieron formas de fomentar una mejor administración y protección de los parques públicos.
Su propia afinidad con la naturaleza se produjo tras una visita universitaria a Humboldt, en el extremo norte de California, donde Rosario recuerda el “asombro” que sintió al ver las secoyas por primera vez. Treinta y siete años después, Rosario forma parte de una cohorte de personas dedicadas al EBRPD que trabajan para encontrar un equilibrio entre la creciente demanda para uso recreativo y la “complejidad y delicadeza” de los hábitats locales.
Los datos muestran un incremento del 400 por ciento en algunos de los senderos más populares que atraviesan los parques del EBRPD, donde los visitantes se aventuran con frecuencia fuera de los senderos -en detrimento de las aves que anidan y de otros animales salvajes, incluidas varias especies en peligro de extinción—o violan las normas del parque sobre actividades como el vuelo de drones (vehículos no tripulados). En un caso, un visitante estrelló su dron contra el nido de un águila calva, destruyendo el nido y probablemente provocando la muerte de los polluelos.
Según Rosario, el aumento de visitantes va acompañado de una mayor afluencia a los parques y de cambios en la forma de utilizarlos. Mientras que antes la gente acudía a los espacios abiertos en busca de soledad, hoy muchos visitantes acuden con la familia. “Esto es algo que los parques tienen que reconocer”, dice Rosario. “Cómo satisfacemos las necesidades de las diversas culturas al tiempo que equilibramos las necesidades del medio ambiente”.
Becky Tuden es la directora de servicios medioambientales del EBRPD. Dice que el cambio climático, junto con la prolongada sequía y el aumento del riesgo de incendios, son algunos de los factores que ya están poniendo a prueba los hábitats locales y amenazando la biodiversidad. Muchos de los parques del EBRPD también colindan con zonas urbanas o semiurbanas. Si a esto se le añade el aumento brusco y repentino de la presencia de personas, puede provocar resultados perjudiciales para lo que ya son ecosistemas frágiles.
“La biodiversidad es realmente importante… y la presión añadida de tanta gente agrava la increíble biodiversidad del sistema”.
Algunas de las actividades más perjudiciales que Tuden y sus colegas han observado son el aumento de la cantidad de basura, así como el hecho de dejar a los perros sin correa en zonas donde está prohibido. Como propietaria de un perro, dice que individualmente no es un problema. Lo que los dueños de perros no saben es que “hay otros 25 millones de visitantes, la mitad de los cuales tienen perros”. El daño que causan cientos e incluso miles de nuestros queridos caninos retozando por un hábitat sensible es un reto importante, señala Tuden.
A pesar de las graves advertencias, los participantes en esta conferencia se mostraron muy satisfechos con el aumento de la popularidad de los parques, aunque reconocieron que “tenemos que poner mayor énfasis” en los señalamientos o advertencias para el público sobre cómo cuidar mejor estos tesoros.
“Lo que necesitamos es una forma de instruir al público y comunicarles la mejor manera de proteger los parques”, señaló Tuden.
El chorlito níveo occidental pesa la friolera de 1.5 onzas. Sin embargo, a pesar de su diminuta estatura, esta pequeña ave ha sobrevivido en las playas de California durante miles de años. Hoy en día hay menos de 3.000 ejemplares en libertad, y la pérdida de hábitat es uno de los principales motivos de su declive.
El director del programa de vida silvestre del EBRPD, Doug Bell, afirma que el chorlito es una de las cuatro especies en peligro crítico que dependen de los parques del EBRPD como importantes zonas de reproducción. Explica que a menudo se ignoran las señales que advierten a los visitantes de que se mantengan alejados de las zonas donde se concentran los chorlitos. Esto puede hacer que las aves eviten por completo esas zonas, lo que erosiona aún más el poco hábitat que les queda.
“El mero hecho de caminar por el terreno puede perturbar la vida silvestre”, dice Bell, nativo del Área de la bahía.
Las otras especies en peligro crítico son el rascón y el charrán común, así como el ratón de marisma, que puede nadar durante más de dos horas y beber agua más salada que la del océano, entre otras cosas. Bell dice que la mayoría de los visitantes probablemente descarten a este adorable super ratón con su tienda de ramitas apiladas como un “roedor más”.
Y añade que, aparte del aumento del número de visitantes en el parque, el daño económico de la pandemia llevó a muchas familias a abandonar a sus mascotas, incluido un gran número de gatos que se dejaron sueltos en los parques. Eso ha provocado una “superpoblación de gatos callejeros, que amenaza a otras especies en peligro”.
Bell también hace eco de los comentarios de Rosario, señalando que a medida que más comunidades diversas se relacionan con los parques, algunas traen consigo prácticas que pueden ser perjudiciales para la salud de la ecología local. Esto incluye a las comunidades religiosas que tradicionalmente liberan peces, tortugas u otros animales en las vías fluviales locales para conmemorar el fallecimiento de una persona.
Estas prácticas pueden introducir especies invasoras, así como enfermedades o toxinas perjudiciales que pueden provocar una importante mortandad de especies autóctonas, explicó Joe Sullivan, que gestiona los 10 embalses de pesca y los cuatro muelles del EBRPD.
“Queremos que la gente salga a disfrutar de estos recursos, pero la gente suelta animales domésticos –peces de colores, tortugas, etc.- y esto tiene consecuencias”, dijo, compartiendo una espantosa imagen de un río obstruido con ranas muertas para hacer entender su punto.
La trucha y la trucha arco iris, junto con la rana de patas rojas de California, son algunas de las especies en peligro de extinción que Sullivan y su equipo tratan de proteger. “Es un equilibrio delicado”, dijo Tuden sobre el esfuerzo por proteger el hábitat y al mismo tiempo acoger el aumento de visitantes que buscan recreación. “Imagina que eres un invitado”, instó a los visitantes, “sigue las reglas y trata de ser sensible”.