Clockwise from top left: Louis Freedberg, Executive Director of EdSource; Tyrone Howard, Director of the Black Male Institute at UCLA; Akil Vohra, Executive Director of Asian American LEAD; Karla Franco, Los Angeles parent; Bernita Bradley, National Parents Union
Si bien los CDC han dicho que es seguro que los estudiantes vuelvan a los campus incluso si los maestros no han sido vacunados, sindicatos de maestros y padres por el contrario tienen menor confianza en la seguridad del entorno escolar.
Por: Jenny Manrique
Desde que la pandemia de la COVID-19 forzó el cierre de las escuelas de sus hijos en Los Ángeles y los obligó a insertarse sin mayor conocimiento en la educación a distancia, Karla Franco siente que además de madre ha tenido que aprender a ser maestra, consejera y hasta experta en dispositivos electrónicos.
Abrumada por las tareas que ahora le ocupan y la falta de preparación y apoyo para los padres que se vieron inmersos en un modelo de educación remota como respuesta al virus, Franco se ha convertido en una feroz líder comunitaria en su distrito escolar en el sur de Los Ángeles, donde al igual que en el resto del país, se debate cómo reabrir las escuelas de manera segura.
“Lo que pienso y oigo de otros padres en general es que volver a la escuela no es seguro”, dijo Franco en una conferencia de prensa organizada por Ethnic Media Services. “El distrito escolar nunca ha protegido a nuestros estudiantes o a nuestras instalaciones, ni siquiera antes de la pandemia. Yo le he preguntado al superintendente: si no puede controlar lo que ve, ¿cómo puede controlar este virus que no se ve? Todos estamos en peligro”.
Franco insiste en que no solo se debe proteger al personal de la escuela y a los maestros, sino también a los padres quienes según ella, al elevar sus quejas y preocupaciones ante los directores son vistos como “el enemigo”. “No tenemos que pensar en el dinero. Tenemos que pensar en nuestras vidas”, agregó.
La cuestión de cuándo reabrir las escuelas públicas se ha convertido en un tema divisivo. Si bien los Centros para el Control de Enfermedades (CDC en inglés) han dicho que es seguro que los estudiantes vuelvan a los campus incluso si los maestros no han sido vacunados, los sindicatos de maestros por el contrario tienen menor confianza en la seguridad del entorno escolar y la capacidad de respuesta de sus funcionarios en caso de un brote del virus.
En Chicago por ejemplo, en medio de las amenazas de paro, el distrito escolar llegó a un acuerdo tentativo con el Sindicato de Maestros de Chicago para reabrir las escuelas en los grados de pre kínder y kínder. La ciudad de San Francisco presentó una demanda contra su propio distrito escolar en un esfuerzo por reabrir la instrucción en persona y el concejal de Los Ángeles Joe Buscaino propuso una resolución para presentar una demanda similar contra el LAUSD.
Además del cansancio generalizado por el número de horas dedicadas a las pantallas, los estudiantes de minorías étnicas en los principales distritos urbanos son quienes más pierden terreno cuanto más tiempo están fuera del aula. Al ser sus comunidades las que han experimentado los efectos más devastadores del virus, también son quienes más frágiles están en su salud emocional.
“El apoyo socio emocional no está disponible en nuestras escuelas ni nunca lo ha estado”, aseguró desde Detroit Bernita Bradley, delegada del medio oeste para la Unión Nacional de Padres. “Tenemos distritos que tienen una sola enfermera para cubrir cuatro escuelas a lo largo de la ciudad y aun así esperan que los padres confiemos en enviar los hijos de regreso al aula”.
En ciudades como Detroit, las disparidades en la educación son evidentes: aquí apenas el 16% de los estudiantes en tercer grado tienen el nivel de lectura requerido y el 38% de los hogares no tiene conexión a internet. En los distritos más afluentes, la tecnología y profesores preparados para usarla hicieron la diferencia en el impacto para padres y estudiantes del aprendizaje en línea instaurado desde marzo. Pero las familias afroamericanas, que históricamente han desconfiado del sistema educativo, se fueron quedando atrás.
“Apenas en junio algunos de nuestros estudiantes comenzaron a recibir portátiles o tabletas… de repente niños del segundo grado tenían que resolver tareas en 30 días para recibir una nota, sin apoyo de ningún instructor”, contó Bradley para quién es hora de reimaginar la educación porque la enseñanza en línea “no está funcionando”.
“Cuando algunas escuelas reabrieron en el verano tuvimos niños que dieron positivo (a la prueba del coronavirus). ¿Cuáles son los protocolos para asegurarse de que el distanciamiento social funcione?… El plan es que todos nos vacunemos pero nuestras encuestas muestran que solo el 55% de los padres dicen que lo harán”.
La seguridad es la prioridad
Y es que la seguridad y protección frente al contagio de la COVID-19 se ha convertido en el primer factor a discutir en los planes de reapertura, incluso sobre el modelo de educación mismo, de acuerdo al Dr. Tyrone Howard, profesor de educación en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) y director del Black Male Institute.
“La seguridad seguirá desarrollándose pero creo que no debería ser un enfoque único para todos. Habrá desigualdades porque ciertos distritos tienen más recursos para asegurar una reapertura más fluida. Por lo tanto debemos asegurarnos de que haya una manera más personalizada de garantizar que las escuelas de alta necesidad tengan los recursos esenciales a través de vacunas, pruebas o equipos de protección personal (PPE en inglés)”
Howard recordó el impacto de la pandemia, especialmente en comunidades étnicas, citando un informe del Centro de Investigación de Políticas de Salud de UCLA según el cual cerca de la mitad de los adolescentes en California reportó tener algún tipo de problemas de salud mental en el último año y un tercio de esos jóvenes dijeron que los niveles de depresión que sentían por cuenta del aislamiento, eran tan altos que los debilitaba en su capacidad para hacer sus tareas.
Adicionalmente, según funcionarios de salud pública del condado de los Ángeles, el número promedio de latinos que mueren por coronavirus a diario ha aumentado en más de un 1,000% desde noviembre.
“El hecho de que los niños hayan perdido a sus seres queridos, madres, padres, abuelos, cuidadores, tías y tíos es grave y significativo”, dijo Howard. “Muchas escuelas no tienen los recursos para invertir en trabajadores sociales, consejeros o terapeutas y a medida que reabrimos, los niños todavía estarán en duelo, sufriendo de ansiedad y depresión y las escuelas no tendrán los apoyos establecidos… esto tiene un efecto particular en los niños negros, indígenas y latinos cuyo comportamiento puede cambiar drásticamente por estas experiencias traumáticas, a las que se responde con suspensiones y expulsiones.”
En este contexto Howard considera que además del bienestar socioemocional de los alumnos, hay que tener en cuenta otros dos elementos fundamentales en los planes de reapertura: los problemas de pérdida de aprendizaje y el apoyo e involucramiento de los maestros.
“Las cápsulas de aprendizaje que aparecieron principalmente en las comunidades blancas acomodadas, donde el aprendizaje en persona todavía estaba teniendo lugar, no fueron oportunidades para muchos niños negros y morenos… Vamos a tener que asegurarnos de que exista una tutoría individualizada, especialmente para los estudiantes que aprenden una segunda lengua, aquellos con necesidades especiales, e incluso los estudiantes sin hogar.
“Todos ellos ya eran estudiantes en los márgenes académicos y esta pandemia los ha llevado aún más lejos (de esos márgenes). Así que el tema de cómo calificar es un problema real”.
Prevenir el acoso
En cuanto a los maestros, Howard sostuvo que deben ser parte de la conversación porque muchos de ellos no se sienten seguros de volver a la instrucción en persona e incluso para algunos estudiantes que sufren de altos niveles de ansiedad o de acoso en la escuela, el formato en línea es una buena alternativa.
Este ha sido un tema de especial interés para la comunidad de estudiantes asiático-americanos. La retórica racista sobre el origen del virus impulsada por la anterior administración, ha provocado “un aumento del acoso y la intimidación”, dijo Akhil Vora, director ejecutivo de la organización Asian American Lead (AALead).
“Estos (incidentes) incluyen ataques verbales, rechazo al servicio (de enseñar) y agresiones físicas, lo que pone en mayor riesgo el bienestar de nuestros niños API… Esto pasaba antes de que cerraran las escuelas y ahora virtualmente, se ha visto la retórica anti-asiática en los sitios de redes sociales que visitan con frecuencia”.
Para Vora, el hecho de que uno de cada tres API tenga un dominio limitado del inglés, requiere que las escuelas hagan “un trabajo eficaz a la hora de comunicarse con los padres que hablan otro idioma”.
“De los 1.9 billones (del paquete de estímulo) se debe destinar mucho más dinero para las escuelas y los consejeros. Todo lo que sea necesario para garantizar que los estudiantes marginados reciban el apoyo adecuado”, dijo Bora.
A pesar de los miedos en todos los sectores, la evidencia epidemiológica sugiere que sin duda los niños están en el grupo poblacional con menor riesgo de contraer COVID-19 y con un sistema inmunológico más fuerte para sobrevivirlo. Varios estudios indican que la transmisión del virus entre estudiantes, especialmente en la escuela primaria, es muy baja.
Aunque eso puede no ser muy reconfortante para los padres de niños en la escuela intermedia y secundaria, el problema principal es que “hay adultos y maestros en las escuelas que no tienen las mismas protecciones (que los niños)”, dijo Louis Freedberg, director ejecutivo de la plataforma digital EdSource.
Esto obedece al nivel de propagación del virus en la comunidad local y la forma como las escuela pueden mitigar esa propagación más allá de las conocidas medidas de uso de máscaras y distanciamiento social, que requieren trabajar con un grupo más pequeño de estudiantes.
“Buenos sistemas de ventilación, detección de síntomas y testeo frecuente. Muchos distritos escolares no han establecido esas medidas”, añadió Freedberg.
Pero quienes abogan por el regreso al aula también argumentan que las escuelas son el lugar donde los niños reciben sus comidas, una tarea que varios distritos continuaron haciendo durante la pandemia. “El impacto de la inseguridad alimentaria en el desempeño académico es algo que estamos comenzando a ver”, dijo Freedberg.
“Es importante que miremos con mayor lupa las investigaciones para ver cómo aplican a nuestras comunidades y sobre todo asegurarnos que esos estudios estén disponibles en otros idiomas”, concluyó.