Monday, November 4, 2024
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    Queremos hacernos visibles — Nuevos líderes surgen en defense de la democracia guatemalteca

    Líderes vecinales, dirigentes de grupos estudiantiles, asociaciones de aldeas y organizaciones indígenas están desafiando a la corrupta clase política guatemalteca.

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    Arriba: Marta Tecun, de 52 años, es una de las decenas de miles de personas que protestan en Guatemala contra los intentos del actual gobierno de Alejandro Giammattei de desbaratar las recientes elecciones, en las que el socialdemócrata de izquierda Bernardo Arévalo obtuvo una aplastante victoria. (Crédito de la imagen: Mary Jo McConahay)

    CIUDAD DE GUATEMALA – A cientos de metros por debajo de un reluciente puente plateado que diariamente transporta decenas de miles de automóviles a toda velocidad al centro de la ciudad, la crisis política de Guatemala está despertando la esperanza entre los habitantes de este empinado cañón urbano llamado El Incienso.

    “Esta puede ser nuestra última oportunidad para cambiar las cosas, para deshacernos de la corrupción y conseguir una democracia real”, afirma Erwin Rivera, presidente del comité de vecinos de esta comunidad de unos 5,000 habitantes con 80 años de antigüedad.  “Queremos hacernos visibles”.

    Rivera, de 48 años, se tomaba su primer descanso tras permanecer 15 días vigilando una barricada de neumáticos ardiendo en el puente, uno de las decenas de bloqueos de carreteras instalados por manifestantes en todo el país para protestar por los intentos del Gobierno de descarrilar la toma de posesión en enero del presidente electo, el socialdemócrata Bernardo Arévalo. “Pedimos perdón a los conductores”, dijo Rivera. “Pero consideramos que nos estamos defendiendo al defender las elecciones”.

    Erwin Rivera, presidente del comité de vecinos de El Incienso. (Crédito de la imagen: Mary Jo McConahay)

    El Incienso es una colonia abarrotada donde no hay clínica de salud, ni lugar donde comprar leche, donde llega un cura sólo una vez al año para decir misa en su pequeña iglesia amarilla, una “zona roja” considerada demasiado peligrosa para que las empresas envíen trabajadores a instalar conexiones telefónicas o de Internet. Los habitantes parecen no tener nada que perder protestando contra el status quo (estado actual). Caminos de hormigón tan estrechos que no permiten que un coche transite, conectan pequeñas viviendas que parecen clavadas casi milagrosamente a empinadas laderas. Cuanto más se desciende por el barranco, más pobres parecen las casas, hasta que los caminos desaparecen por completo en escaleras serpenteantes. A veces, un cuerpo que cae desde el puente plateado -lugar de salto favorito de personas que se suicidan- se estrella contra una casa de abajo, dicen los vecinos, o cae en un patio.

    Según investigadores del grupo internacional de estudios TECHO, financiado por la Unión Europea, en Ciudad de Guatemala existen unos 57 asentamientos marginales como El Incienso, y otros 97 en zonas de la periferia urbana, precariamente construidos, a menudo sujetos a desprendimientos de tierra, carentes de uno o más servicios básicos como agua, electricidad o drenaje, condiciones que contribuyen a fomentar la salida de migrantes hacia la frontera con Estados Unidos.

    Los líderes vecinales, por su parte, se quejan de que si no están vinculados al partido gobernante, sus colonias deben luchar para recibir beneficios municipales. Esto hace que la campaña anticorrupción de Bernardo Arévalo tenga eco entre residentes como Rivera, que votó por el presidente electo pero no pertenece a su partido Semilla. De hecho, en un país en el que las banderas de los partidos siempre han estado omnipresentes en las reuniones políticas, desde la noche del 20 de agosto, cuando las multitudes se reunieron para celebrar la victoria de Arévalo, hasta ahora, cuando los partidarios se manifiestan en las calles y carreteras, la única bandera que llevan es la bandera nacional azul y blanca.

    El Incienso es uno de las decenas de asentamientos marginales de Ciudad de Guatemala donde escasean los servicios básicos. (Crédito de la imagen: Mary Jo McConahay)

    Erwin Rivera forma parte de un liderazgo nacional emergente que se está forjando durante la crisis al margen de los partidos tradicionales. Se trata de líderes vecinales que antes eran más propensos a organizar equipos deportivos que acciones de protesta, representantes de organizaciones campesinas, estudiantes universitarios, sindicatos como los empleados de Coca-Cola y la universidad nacional. Representantes de cientos de comunidades indígenas, antes apenas reconocidas fuera de sus localidades rurales, han estado al frente de la organización nacional contra los intentos del gobierno de arrebatarle la victoria a Arévalo.

    La lealtad de los nuevos dirigentes no es a los partidos, sino a un movimiento nacional para proteger la democracia guatemalteca de 37 años, que bajo la presidencia saliente de Alejandro Giammattei se ha visto golpeada por acusaciones de corrupción generalizada, con funcionarios que han obligado a exiliarse a varios magistrados honrados y han encarcelado a los periodistas que denunciaron las acciones corruptas o “chanchullos” . Una población exhausta votó a Arévalo, un diputado relativamente desconocido que prometió un cambio profundo.

    La actual crisis comenzó cuando las autoridades cuestionaron -al estilo Trump- la validez de la victoria de Arévalo. La fiscal general, Consuelo Porras, suspendió el estatus legal de Semilla, iniciando procesos judiciales contra el partido y contra la autoridad electoral federal, conocida por sus siglas TSE, que había validado la aplastante elección. Los fiscales enviaron a policías enmascarados de negro a allanar las oficinas de Semilla y el TSE. Los vídeos muestran a unidades fuertemente armadas atacando las oficinas como si fueran equipos SWAT (un grupo de agentes de policía especialmente entrenados para hacer frente a situaciones violentas. SWAT son las siglas en inglés de “Armas y Tácticas Especiales”.)y saliendo con cajas llenas de documentos. Fue la gota que derramó el vaso.

    Las multitudes se lanzaron a las calles, bloqueando arterias urbanas y carreteras rurales en más de cien puntos, exigiendo protección para el sistema democrático. Encabezados por autoridades indígenas mayas, miles de personas descendieron al Ministerio Público -las oficinas del Fiscal General- en la capital, donde muchos permanecen hoy, pidiendo la dimisión de Porras y otras tres figuras detrás de lo que llaman “un golpe en cámara lenta”.

    “Quieren interrumpir la inauguración”, dijo Mateo Comatz, de 58 años, de Pixabaj, una comunidad maya a 47 millas al este de la capital. Comatz, que dijo haber dormido en la acera frente al ministerio envuelto en una manta durante las dieciséis noches anteriores, portaba el bastón ceremonial que le marcaba como alcalde indígena, un líder local no remunerado pero responsable del bienestar de su comunidad durante un determinado periodo. “No tenían derecho a entrar en el TSE. Están haciendo mucho daño. Nos vamos a quedar aquí hasta que se vayan”.

    En otros lugares de la capital, ruidosas marchas de vendedores del mercado interrumpían el tráfico. “Estoy perdiendo dinero por no estar hoy en mi puesto, por estar aquí en su lugar”, dijo Marta Tecun, de 52 años, quien vende ropa usada en el mercado de Landivar. “Pero si lo que estamos haciendo -defender la democracia- no funciona, perderé mucho más”.

    En los últimos días los manifestantes están modificando las tácticas, liderados por una entidad indígena, el Consejo de Autoridades de los 48 Cantones (distritos) del departamento de Totonicapán, que se ha reunido con Giammattei, con el presidente del Congreso y con la policía nacional. En algunas barricadas se han abierto dos de los cuatro carriles de la carretera, por ejemplo, y se está permitiendo la entrada a empleados ordinarios de la Fiscalía y a ciudadanos con negocios dentro.  Pero la fuerza de la oposición al robo de las elecciones presidenciales parece inquebrantable.

    “Hoy las calles y carreteras de nuestro país están inundadas de protestas pacíficas, de rechazo al golpe y a sus autores”, dijo Arévalo a una multitud enfervorizada durante la conmemoración de la democrática “Revolución de Octubre” de 1944. Aquel acontecimiento desembocó en unas elecciones ganadas por el padre de Arévalo, inaugurando lo que se ha llamado los “Diez Años de Primavera”, una era de reformas que terminó con un golpe de Estado de la CIA (Siglas de la Agencia central de inteligencia: organización gubernamental estadounidense que recopila en secreto información sobre otros países).

    “Estamos llegando a una nueva primavera”, dijo Arévalo a la multitud, pidiendo “una nueva revolución en paz y armonía”. El pueblo de Guatemala, dijo, “no se rinde”.

    Mary Jo McConahay es una galardonada escritora, directora de documentales y periodista independiente entre cuyos libros se encuentra “Maya Roads”(Caminos mayas), sobre sus tres décadas de viajes y vida en los remotos paisajes de Centroamérica.

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