Clockwise from top left: John Yang, executive director of Asian Americans Advancing Justice | AAJC; Neil Ruiz, associate director of Global Migration and Demography Research at the Pew Research Center; Manju Kulkarni, executive director of A3PCON; Michael German, fellow in the Brennan Center for Justice’s Liberty and National Security program
En medio de la COVID-19 y las protestas del movimiento Las Vidas Negras Importan, los incidentes de odio contra personas de comunidades étnicas han aumentado de manera exponencial.
Por: Jenny Manrique
Mas de 2.500 incidentes de odio y discriminación contra estadounidenses de origen asiático e isleños del Pacífico han sucedido desde el inicio de la pandemia: ancianos caminando por la calle son insultados por jovenes con palabras soeces sobre China y el virus “kung-flu”, conductores de Uber se niegan a prestarles el servicio, y hasta en las escuelas, niños acusados de tener COVID-19 han sido agredidos por sus compañeros.
Estos casos han sido registrados por Stop AAPI Hate, una iniciativa del programa de estudios asiáticoamericanos de la Universidad Estatal de San Francisco (SFSU), la organización Chinos por la Acción Afirmativa (CAA), y el Consejo Asiático de Planificación y Política del Pacífico (A3PCON), que busca detener el odio contra las personas de esta comunidad.
“Esta retórica anti-China ha afectado en su mayoría a estadounidenses de origen chino y coreano y a población vulnerable como mujeres y ancianos”, dijo Manju Kulkarni, directora ejecutiva de AP3CON durante una conferencia de prensa organizada por Ethnic Media Services. “Estas personas son insultadas o atacadas en sus negocios privados, supermercados, farmacias, calles, parques, paradas de buses y hasta colegios. Ninguna parte del país se ha salvado”, agregó.
Los datos recogidos por este reporte abarcan 20 semanas de análisis desde el 19 de marzo, al inicio de la pandemia, y muestran que los 2.583 incidentes han sucedido en los 46 estados del país y el Distrito de Columbia. El 56% de ellos tuvo lugar en California y Nueva York, donde vive la mayoría de esta población. Las mujeres han experimentado el odio a una tasa 2.3 veces más alta que los hombres; el 70.9% de los incidentes incluyó acoso verbal, el 9% involucró asalto físico y el 10% estuvo relacionado con violaciones de derechos civiles como discriminación en el lugar de trabajo o negación de un servicio. Contrario a lo que se pudiera pensar, 10% o menos de estos incidentes suceden en el mundo virtual.
Esta animosidad virulenta hacia los estadounidenses de origen chino, ha incluido blasfemias, insultos raciales, burlas verbales y la acusación constante de ser los propagadores de la COVID-19.
Según una encuesta del Pew Research Center, casi el 40% de los estadounidenses cree que es más común para la gente expresar sus visiones racistas sobre los asiáticos ahora que antes de la pandemia. Y casi el 50% cree que Trump ha empeorado las relaciones raciales.
“No esperamos un cambio significativo después de las elecciones”, aseveró Kulkarni. “Las lecciones del 9/11 (y el odio contra los musulmanes) nos muestran que el odio contra los asiatico-estadounidenses se puede quedar con nosotros por lo menos una década”. Su organización ofrece entrenamientos, mediación comunitaria y asistencia legal con abogados pro-bono que apoyan con base en los estatutos relevantes en los 50 estados contra crímenes de odio. También brindan servicios de salud mental.
El vacío legal radica en que la mayoría de estos incidentes no son crímenes, es decir no involucran siempre una conducta criminal como una agresión física, entonces el acoso verbal o los epítetos raciales no siempre demandan la intervención de los fiscales de distrito.
“Es cierto que (los fiscales) podrían ser más fuertes en lo que hacen, pero no necesitamos que todos los casos se lleven a un nivel criminal, queremos promover más educación y justicia restaurativa para los individuos”, explicó John Yang, director ejecutivo de Asiático-estadounidenses promoviendo la justicia (AAJC en inglés). ”Esto desafortunadamente a veces crea problemas entre razas, nuestra comunidad tambien ha exhibido racismo contra los negros asi que debemos ser cuidadosos con los enjuiciamientos”.
Para Yang, el odio contra su comunidad no es algo nuevo: ya se había instaurado en EE. UU. con políticas como el Chinese Exclusion Act o los campos de internamiento japonés. Pero lo que sin duda ha agravado este racismo son los comentarios del presidente Donald Trump en los que ha calificado a la COVID-19 como “el virus chino”, “kung-flu” y en el más reciente debate presidencial, “la plaga china”.
“Esto no es un tema semántico, tiene consecuencias en el mundo real. Este tipo de palabras se traduce en acciones que terminan siendo violentas”, observó Yang. “Y esto obedece al miedo que crea por un lado la doble ola de COVID-19, y por otro la vieja tensión geopolítica entre Estados Unidos y China”.
Pero en el plano doméstico, las teorías conspirativas que pululan en internet y sobre las cuales plataformas como Twitter y Facebook han hecho muy poco argumentando la defensa de la libre expresión, se suman a actitudes partidarias como la de 164 republicanos, que se negaron a aprobar una resolución impulsada por la congresista Grace Meng en contra del odio hacia los asiáticos.
“Aunque (Joe) Biden gane, el extremismo violento y blanco no se va a desaparecer así no más, ni tampoco la tensión entre China y EE. UU. Debemos mantenernos vigilantes”, añadió Yang.
Supremacismo blanco en alza
La proliferación de grupos extremistas en el país desde la llegada de Trump al poder, se hizo más evidente con el reciente arresto de 13 hombres acusados de un complot para secuestrar a la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer. Según la denuncia penal, estos hombres que se entrenaron con armas en la aldea de Cambria, en Wisconsin, planeaban “enjuiciar” a Whitmer en un lugar no revelado, como represalia a sus medidas sanitarias para detener la expansión del coronavirus. Como parte de la milicia Three Percenters (tres por ciento) estos sujetos se autodenominan “patriotas” dedicados a proteger a los estadounidenses de “la tiranía del gobierno”.
“Ningún organismo del gobierno rastrea la violencia supremacista blanca y no hay ningún criterio objetivo para explicarla”, aseveró Michael German, miembro del programa Libertad y Seguridad Nacional del Brennan Center for Justice, quien en los 90 trabajó como agente encubierto para la Oficina Federal de Investigaciones (FBI en inglés) y se infiltró en los grupos supremacistas blancos y de extrema derecha.
“Algunas entidades intentan recopilar datos con base en lo que informan los medios pero solo el 12,6% de los organismos encargados de hacer cumplir la ley reconocen que los delitos de odio ocurren dentro de su jurisdicción”.
La brecha entre estadísticas es enorme. Según la encuesta nacional de víctimas de delitos, 230.000 incidentes de odio suceden al año, pero los reportes de las agencias del orden público apenas informan de 8.000. A pesar de que existen cinco estatutos federales que aplican a estos delitos, sólo 25 personas al año terminan procesadas.
“El FBI no informa cuántas personas han sido asesinadas por supremacistas blancos pero sí lleva el registro de cuántos robos de banco suceden y en qué forma”, observó German. “Los crímenes de odio como tal están en la categoría cinco de prioridad para el FBI, como violaciones de derechos civiles, por lo tanto nadie trabaja en ellos”, se lamentó.