Erica Hoagland es una gran fan de la ciencia ficción pero afirma que tiene mala fama como literatura juvenil escapista centrada en gran medida en la cultura occidental. Dice que eso ya no es verdad.
La ciencia ficción ya no es un club de chicos, y lejos de ser un escape, es para un público cada vez mayor, una hoja de ruta emergente, incluso esperanzadora, para salir de nuestras crisis actuales.
“Pienso que estas historias están ganando más visibilidad”, dice Hoagland, que da clases de Escritura Creativa en la Universidad estatal Stephen F. Austin en Tejas. “Vemos un cambio muy claro en lo que los públicos quieren leer y lo que quieren apoyar”.
Señaló Mother Ocean de Vandana Singh. Los niveles del mar suben y desplazan a millones de personas incluyendo a la comunidad tribal de la protagonista. La heroína entabla una amistad con una de las últimas ballenas azules del planeta que se ha quedado atrapada en una red de fibra óptica.
“Ayuda a quitarle la red y salva la vida de la ballena. Pero más importante, aprende a hablar el lenguaje de la ballena”.
Hoagland dice que una nueva cosecha de escritores está cambiando el molde de la ciencia ficción “de maneras fundamentalmente bellas e importantes”, lo que ayuda al género a progresar involucrándose con unos de los desafíos más espinosos de nuestros tiempos, incluyendo el cambio climático, el racismo sistémico, la migración y el gran conflicto del poder.
Imaginar un futuro ‘basado en la esperanza’
Libia Brenda es una de esas agentes del cambio. Escribe ficción especulativa así como no ficción y fue la primera mujer mexicana nominada para un Premio Hugo. Una antología que editó, A Timeline in Which We Don’t Go Extinct , también es un videojuego, gratis para descargar y jugar.
“Es que, en México…estamos un poco cansados de los futuros distópicos y hartos de la ciencia ficción varonil, súper vertical, súper masculina, súper comercial”, dice Brenda, becaria de Imaginación climática en el Centro de Ciencias e Imaginación en la Universidad estatal de Arizona (ASU). “Así que intentamos imaginar un futuro basado en la esperanza. No estamos imaginando un mundo imposible. Imaginamos un mundo que es el producto de un cambio”.
En una sesión informativa de Ethnic Media News la semana pasada, Brenda describió su último proyecto – una colaboración entre cinco escritores mexicanos sobre un volcán que entra en erupción en el centro de México – como “experimento” que casualmente es ciencia ficción.
“Estamos imaginando cómo vamos a vivir después de algo semejante. Eso es una probabilidad aquí en México. “Así pues, hemos estado escribiendo y hemos estado consultando con científicos y una de nuestro equipo es artista y ha estado haciendo algunos dibujos y es un esfuerzo colectivo”, dijo.
El contexto de la historia es específico a México, pero tiene una sensibilidad decididamente vanguardista.
Adaptar el género de la ciencia ficción al estilo y cultura ‘Punk’
Mucha de la obra del galardonado autor americano, Ken Liu, se centra en la tecnología – que Liu define ampliamente como “artesanía humana” – y en cómo puede alterar la manera en que pensamos y construimos el futuro.
“Hablo con mucha gente de todo el mundo de diferentes culturas. Y una expresión común que oigo es la sensación de no sentirse completamente en casa en la modernidad”, dice Liu.
Acreditado por haber inventado “silkpunk” – que mezcla elementos de la ciencia ficción y la fantasía con la antigüedad de Asia Oriental – Liu dice que el género es su intento como tecnólogo y pensador de reimaginar y ‘punkify’ las tecnologías tradicionales de Asia Oriental. Estas incluyen cosas como la filosofía, la ingeniería, o la teoría política que no están típicamente asociadas con la última locura tecnológica.
“Cuando hablamos de la filosofía indígena o la llamada no occidental, hablamos como si no fueran relevantes en la modernidad, que son tan solo costumbres alternativas del pasado”, explica Liu, que señala al movimiento creciente del tecnochamanismo como un esfuerzo para reinterpretar y reintegrar costumbres indígenas tradicionales como una parte esencial de la modernidad y no simplemente “algo que se tiene que preservar”.
Cuando era joven, Isis Asare fundó un club de lectura y compartió su entusiasmo por la lectura con sus amigos y amigas. Ahora lleva Sistah Scifi, una librería online. Asare dice que es “una olla de todo lo afrofuturista que hechiza para elevar la literatura escrita por mujeres negras”.
Asare, que dice que le encanta la tecnología e imaginar el futuro desde el punto de vista de la diáspora negra, señaló el libro Afrofuturism: A History of Black Futures como un ejemplo del tipo de obras que ahora emergen. El libro es un manual de una exposición de un año de duración en el Museo nacional de la historia y cultura afroamericanas en Washington DC y explora el afrofuturismo en la literatura, música, cine y televisión.
“Al mirar la literatura negra, desde un punto de vista histórico, vemos que hay mucha ficción urbana, muchas biografías de gente famosa, pero muy poca ficción especulativa negra”, dice Asare.
Describió a las autoras Toni Morrison y Alice Walker como pioneras de la ficción especulativa, y trazó una línea directa desde sus obras a películas como Blackula (1972) y más recientemente Black Panther (2018), que, según Asare, ha despertado un renovado interés por el afrofuturismo.
Desafíos globales, ambientes locales
A medio mundo de distancia en la India, Samit Basu imaginó una novela anti-distópica ambientada en 2030 llamada The City Inside . La novela, publicada el año pasado, ofrece una perspectiva de Delhi en un futuro cercano a través de los ojos de la protagonista, cuyo trabajo de influencer en las redes sociales se ve interrumpido por la invasión de problemas como el autoritarismo, el cambio climático y los trastornos sociales.
Basu, que dice que se pasó a la ciencia ficción por la libertad creativa que esperaba que le daría, describe la cultura editorial en los EUA como “principalmente una de restricciones”, y la compara con “llenar un formato para una visa. Mi imaginación o mi percepción de la realidad se tiene que moldear para caber en cajitas que yo no sabía que existían y no son necesarias.”
Aun así, dice que le sorprendió que la ambientación del libro en la capital india no fuera un problema para los lectores estadounidenses.
“En todo el mundo, estamos lidiando esencialmente con los mismos problemas”, observó Basu. “Pero las ambientaciones locales específicas de esos problemas dependen de las culturas locales en las que las personas los experimentan”.