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¿Por qué 74 millones de votantes apoyaron a Donald Trump?

From left to right: Arlie Russell Hochschild, Professor Emerita, Department of Sociology, U.C. Berkeley; Mindy Romero, Founder & Director, Center for Inclusive Democracy; Davin Phoenix, Assistant Professor of Political Science, UC Irvine

La elección de mayor participación en 120 años en Estados Unidos perpetuó la brecha racial: la mayoría de los votantes étnicos eligió a Joe Biden, mientras que tres de cada cinco blancos prefirieron a Trump. Esto a pesar de cuatro años en que la clase obrera blanca no mejoró sus condiciones económicas.

Por: Jenny Manrique

El elector obrero blanco cristiano con educación secundaria, que vive en estados del sur como Luisiana o del sureste como Kentucky, ha votado por Donald Trump por dos períodos consecutivos porque siente que hace parte de una minoría en declive. No usa la gorra de MAGA (Make America Great Again/Hacer grandiosa a América de nuevo) con frecuencia, ni asiste a los mítines trumpistas; tampoco se identifica con los supremacistas blancos, pero sí cree en los contenidos del canal FOX y que el sistema está amañado contra él/ella.

Cuando sintoniza medios más liberales o de izquierda y ve más gente de poblaciones étnicas en la pantalla, confirma sus miedos de que son ellos los privilegiados que triunfan: por el hecho de ser atletas negros con grandes salarios o latinos con acceso a catedras de estudios chicanos. No tienen en su radar ni el racismo institucional ni las dificultades económicas o sociales que enfrentan las minorías étnicas. No las ve.

A estas conclusiones ha llegado Arlie Russell Hochschild, profesora de sociología en la Universidad de California en Berkeley, después de cinco años de investigación y numerosas entrevistas con estos votantes, que hoy hacen parte de los 74 millones que querían un segundo término del saliente presidente, a pesar de que la mayoría de sus promesas no fueron cumplidas.

Hochschild, autora de una decena de libros incluido su más reciente Strangers in Their Own Land: Anger and Mourning on the American Right (Extraños en su propia tierra: ira y duelo por la derecha estadounidense) habló en un panel organizado por Ethnic Media Services para analizar la brecha racial en las elecciones de 2020.

“La vida para ellos no es mejor después de cuatro años de Trump pero lo reeligen porque nadie más les está hablando… el partido demócrata no tiene una cara en estos lugares, es invisible”, dijo Hochschild.

La elección de mayor participación en 120 años en Estados Unidos mostró una clara brecha racial: la mayoría de los votantes étnicos eligió a Joe Biden, mientras que tres de cada cinco blancos prefirieron a Trump. Según las encuestas a boca de urna, las mujeres blancas aumentaron ligeramente su apoyo a Trump, mientras que las mujeres de poblaciones étnicas rechazaron su permanencia en el poder en grandes números.

“Trump no perdió el apoyo de las mujeres blancas educadas aunque se puede decir que ese fue un voto a medias” agregó Hochschild. “Fueron empujadas más por el apoyo incondicional (a Trump) de sus esposos, hermanos y tíos… y por el hecho de que el derecho a la vida (contrario al derecho a decidir sobre el aborto) es un asunto muy importante atado a sus creencias”.

Y son esos valores intrínsecos cristianos los que el saliente presidente ha explotado con maestría: según la investigadora Trump ha sabido “insinuarse en el paradigma dominante de los cristianos que necesitan un salvador: estás en apuros, solo yo te salvaré. A pesar de enemigos como la prensa, el estado profundo, el partido demócrata y los musulmanes, aquí estoy sufriendo por ustedes y los salvaré”

Alimentando la ira

Y a pesar de estas diferencias entre ambos espectros de la arena política, muchos de estos votantes simplemente quieren ser reconocidos y escuchados porque experimentan lo que otras razas en la escala social: depresión, miedo y rabia.

En su libro The Anger Gap: How Race Shapes Emotion in Politics (La brecha de la ira: cómo la raza da forma a las emociones en la política), Davin Phoenix argumenta que la raza determina severamente cómo la ira es entendida en la sociedad: mientras los blancos enojados son etiquetados como buenas personas y patriotas, los negros enojados son etiquetados como matones y oportunistas violentos.

Phoenix, profesor asistente de ciencias políticas en la escuela de ciencias sociales de la Universidad de California en Irvine, sostuvo que como resultado de este tratamiento mediático, “la gente de poblaciones étnicas expresa menos rabia que los blancos sobre los mismos asuntos políticos”.

“Cuando hay una participación baja (de votantes étnicos) se llama a los latinos “el gigante dormido” o a los negros “poco sofisticados”, pero no pensamos en las barreras en las urnas para estas minorías… pero sobre las elecciones de los blancos (como votar por Trump) la pregunta es cuál es el problema dentro del sistema que permitió que esto pasara para entenderlos mejor y corregir el sistema”, explicó Phoenix. “Hay que reconocer ese contraste”, agregó.

Trump logró canalizar una vez más en sus electores blancos esos sentimientos de ansiedad económica y miedo a perder su estatus dominante en la política y la sociedad. Y cuando alguien está enojado, explicó Phoenix, sienten menos aversión al riesgo y más compulsión a “duplicar sus ideas existentes”. “A pesar de COVID y las promesas incumplidas, Trump y el ecosistema mediático a su alrededor continuaron dándoles salidas a esa ira y agravios”.

Aunque los intentos de campaña de Trump para impugnar los resultados electorales en varios estados han fracasado, el hecho de que casi la mitad del electorado apoyado por buena parte del partido republicano, crea que hubo fraude sienta un precedente peligroso. “Si buscan derrocar a la mayoría de los votantes, basándose únicamente en su desagrado por el otro (Biden y el partido demócrata), más que polarización eso es una amenaza sin precedentes a la democracia”, añadió Phoenix.

Lentes opuestos

Aunque es cierto que desde 1900 no había tal participación electoral, quienes fueron a las urnas hacen parte del 67% de los adultos elegibles para votar, lo que quiere decir que 85 millones de estadounidenses decidieron no participar.

De acuerdo a Mindy Romero, fundadora y directora del Centro para la Democracia Inclusiva (CID) en la escuela de políticas públicas Sol Price de la Universidad del sur de California (USC), son estos matices los que impiden hacer generalizaciones sobre un electorado que no representa a todos.

Por ejemplo, si bien California es un estado azul y diverso, allí los que más votan son los blancos. Los jóvenes y los latinos aumentaron su participación electoral pero es imposible que lleguen a los números de sus contrapartes blancos. Las preferencias sobre candidatos y partidos de quienes no votan podrían contribuir a resultados aún más cerrados.

“La narrativa de considerar a un grupo como “factor decisivo” lo hace más proclive a fallar en ese rol y a promover el juego de la culpa”, agregó Romero. “Debemos entender los matices de esos grupos y sus barreras para participar”.

A pesar de que la presidencia de Trump ha hecho que más estadounidenses reconozcan la realidad del racismo, sus electores no consideran sus acciones y dichos como racistas sino como verdaderos. El contraste con la experiencia de la gente negra en el país y los lentes con que los liberales ven el asunto, es extraordinario.

“Tenemos que seguir educando sobre temas de raza y poder y los medios tienen un rol clave en ello”, dijo Romero. “Las escuelas deben invertir en alfabetización mediática, clases sobre qué es la desinformación y cómo funcionan las elecciones”.

Romero concluyó que “el aspecto racista de nuestra sociedad no está exclusivamente atado a Trump y aunque se vaya del poder, tendremos que lidiar con sus ideas en el largo plazo”.

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