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Atormentados por el tiroteo de Half Moon Bay — Trabajadores agrícolas chinos buscan un camino de regreso

Seis meses después del tiroteo que cobrara 7 vidas, un puñado de trabajadores agrícolas chinos luchan por recuperar su lugar en esta pequeña comunidad costera donde pocos sabían que existían.

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HALF MOON BAY, Ca. – El Sr. Huang vive en un modesto apartamento de un dormitorio junto a la autopista 1, a pocos kilómetros de la ciudad de Half Moon Bay. Originario de Hong Kong, se encuentra en la puerta principal para dar la bienvenida al grupo de proveedores de apoyo que llegan para una de sus visitas periódicas. 

Antes de enero, Huang y un puñado de trabajadores agrícolas chinos eran tan invisibles que pocos en esta comunidad costera tan unida sabían siquiera que existían.

“Somos como peces dorados en una pecera”, dice Huang (pide que sólo utilicemos su apellido), hablando en cantonés a través de un traductor. “Nadamos en círculos sin parar, sin conexión con el exterior”.

Huang vive y trabaja en Half Moon Bay desde hace casi dos décadas. Él forma parte de un pequeño grupo de trabajadores agrícolas chinos directamente afectados por el tiroteo masivo del 23 de enero de 2023, que cobró siete vidas. Todos los supervivientes de aquel día dicen que siguen luchando tras la tragedia. (Manuel Ortiz Escamez/Peninsula 360 Press)

Ese aislamiento casi total se rompió el 23 de enero, cuando Chunli Zhao, de 66 años, abrió fuego en el California Terra Garden, donde vivía y aún trabaja Huang, y en otra granja, matando a siete personas. Las muertes se produjeron pocos días después de otro tiroteo masivo en el sur de California -en ese caso, el autor, también un hombre asiático de edad avanzada- y poco después del Año Nuevo Lunar, una época de celebraciones y reuniones familiares. 

Transcurridos más de seis meses, media docena de trabajadores agrícolas chinos afectados por el tiroteo siguen bajo una nube de incertidumbre sobre su vivienda y empleo a largo plazo. Todos afirman que las imágenes de aquella noche siguen persiguiéndoles. 

“Tengo muchas pesadillas”, dice Liu, de 65 años, sentado junto a su esposa en una casa de alquiler a pocos kilómetros de la ciudad. Ambos vivían y siguen trabajando en Concord Farms, la segunda de las dos granjas impactadas aquella noche y estaban allí la noche del tiroteo. “Me despierto por la noche y estoy muy alerta.”

La pareja, originaria de la provincia china de Shaanxi, llegó a la granja de Half Moon Bay en 2006. Se enteraron del trabajo a través de un anuncio en un periódico chino local mientras se alojaban en casa de un pariente. (Los propietarios de las dos granjas implicadas en el tiroteo son chino-americanos). 

La Sra. Liu dice que, cuando llegaron a la granja, le preocupaban las condiciones de alojamiento y el bajo salario, pero añade que estaban agradecidos por tener empleo y un techo. “En  el lugar había mucha humedad y había moho. Me preocupaba la salud de mi marido”; y añade, “estar aquí en EE.UU. es mucho mejor para nosotros. Podemos ganar dinero y mantener a nuestros parientes en China”.

‘Todavía veo sus rostros’

Julissa Acosta (izquierda), Analista de Servicios Comunitarios de Half Moon Bay, y Karen Decker, Directora de Vitalidad Económica y Comunitaria, han trabajado estrechamente con los supervivientes del tiroteo, ayudadas en gran parte por las organizaciones sin ánimo de lucro Chinese for Affirmative Action, Self Help for the Elderly y Chinatown Youth Council, con sede en San Francisco, que fueron vitales para romper el aislamiento que rodeaba al puñado de trabajadores agrícolas chinos de la ciudad. (Manuel Ortiz Escamez/Peninsula 360 Press)

Los cinco granjeros chinos entrevistados para este reportaje afirman que volvieron al trabajo casi inmediatamente después del tiroteo, en gran parte por la necesidad económica. Pero según el Sr. Liu, esas horas después del trabajo, sentado en su nuevo hogar temporal sin nada para distraerse, son las más duras. “Sigo viendo sus rostros”, dice refiriéndose a las personas con las que trabajó durante años.

Cinco de las siete víctimas mortales de aquella noche eran chinos, la mayoría ancianos como los Liu. El contacto con los familiares ha sido esporádico y apenas se dispone de detalles sobre quiénes eran las víctimas, lo que significa que sus muertes, al igual que las vidas que llevaban en la granja, permanecen en la oscuridad. 

Una de las víctimas mortales fue Jingzhi Lu, de 64 años. Según Enrique Bazán, de la organización sin ánimo de lucro Ayudando Latinos a Soñar (ALAS), las comidas que preparaba en la granja eran un punto de contacto nocturno entre los trabajadores, en su mayoría latinos, y el pequeño grupo de chinos. “La llamaban Mama Lu”, dice Bazán, refiriéndose al grupo de niños de entre 4 y 6 años que participan en una sesión semanal de terapia de grupo organizada por ALAS. “Todavía preguntan por ella”.

Karen Decker es la responsable de vitalidad económica y comunitaria de Half Moon Bay. Comenta que en los días siguientes al tiroteo, los trabajadores agrícolas chinos dudaron en acercarse o participar en un acto conmemorativo organizado por la ciudad. “Temían que se produjera una reacción violenta”, señala, aludiendo a la etnia del sospechoso y a la oleada de ataques contra estadounidenses de origen asiático. 

Conectar al grupo con los servicios de apoyo también resultó desalentador inmediatamente después, añade Decker, que es birracial y pertenece a la comunidad asiática de las islas del Pacífico. Los funcionarios municipales se dirigieron rápidamente a un pequeño grupo de organizaciones sin ánimo de lucro con base en San Francisco, como Chinese for Affirmative Action, Self Help for the Elderly y Chinatown Community Youth Center, cuyos esfuerzos fueron fundamentales para establecer una línea abierta de comunicación y confianza. 

Sin embargo, según Decker, los efectos del tiroteo en los supervivientes se han agravado con el tiempo. 

“A medida que los días se convierten en semanas y meses, veo dificultades en algunos de nuestros supervivientes para superar una tragedia como ésta”, explica. “Porque después del funeral, después de que los cuerpos fueran repatriados a sus países de origen, después de que los medios de comunicación se marcharan, es cuando realmente se empieza a sentir… No hay vuelta atrás”.

Enrique Bazán, de la organización sin ánimo de lucro Ayudando Latinos a Soñar (ALAS), recuerda a Jingzhi Lu, de 64 años, o Mama Lu, como la llamaban cariñosamente los niños de la granja donde vivía y trabajaba. Lu fue una de las 7 víctimas mortales del 23 de enero en un tiroteo masivo contra dos granjas locales. (Manuel Ortiz Escamez/Peninsula 360 Press)

Temor a inseguridad de la vivienda

Ambas granjas han sido multadas recientemente por infracciones federales en materia de salud y seguridad, lo que ha alimentado el temor de los supervivientes a que las granjas cierren y la posibilidad de quedar sin empleo y sin vivienda. 

Todos los afectados por el tiroteo -que sigue siendo una investigación abierta- fueron alojados inicialmente en un hotel local, y más tarde colocados en unidades individuales de Airbnb antes de ser trasladados a alquileres temporales pagados por el Condado de San Mateo hasta principios del próximo año. 

Hay planes para construir viviendas más permanentes para los trabajadores agrícolas de más edad, aunque en el mercado de la vivienda notoriamente caro del Área de la Bahía, conseguir que se haga rápido y por debajo del costo será difícil. 

La oficina del gobernador Newsom anunció en junio que proporcionaría 16 millones de dólares para apoyar la compra de viviendas para los trabajadores agrícolas en el estado, incluyendo 5 millones de dólares reservados para los supervivientes del tiroteo de Half Moon Bay. Pero eso sigue siendo una gota de agua en un área donde los precios medios de las viviendas se acercan a los 2 millones de dólares.  

“Tenemos una emergencia en materia de vivienda”, afirma el administrador municipal de Half Moon Bay, Matthew Chidester. “Simplemente no hay sitios donde vivir. Estamos aprovechando el dinero y los terrenos del Estado… y estamos intentando hacer este rápido desarrollo para construir una comunidad agradable en la que puedan vivir en el futuro.”

Miembros de la comunidad asisten a un acto conmemorativo organizado por la ciudad inmediatamente después del tiroteo masivo. Funcionarios municipales afirman que los trabajadores agrícolas chinos no asistieron por temor a una reacción violenta, dada la identidad del autor del tiroteo y los continuos ataques contra la comunidad AAPI. (Manuel Ortiz Escamez/Peninsula 360 Press).

Mientras tanto, este pequeño grupo de trabajadores agrícolas chinos -incluida la esposa del autor del ataque- se enfrenta a la incertidumbre de un futuro incierto en esta idílica ciudad costera que todos dicen apreciar, a pesar del aislamiento. 

“Es precioso”, coincide Huang, que lleva casi dos décadas trabajando en la granja. 

Luego recuerda la primera vez que se encontró con otro chino en una cafetería local (el Sr. Huang se describe a sí mismo como un amante del café). “Me sentí muy feliz”, dice, “sólo por poder hablar con alguien”.

Este es el primero de una serie de reprtajes de EMS y Peninsula 360 Press que analizan las repercusiones a largo plazo del tiroteo masivo del 23 de enero en Half Moon Bay, en colaboración con el Instituto Vincent Chin.

El proyecto Half MoonBay se financia en parte con fondos proporcionados por el Estado de California, administrados por la Biblioteca Estatal de California en colaboración con el Departamento de Servicios Sociales de California y la Comisión de California para Asuntos de Asiáticos e Isleños del Pacífico como parte del programa Stop the Hate. Para denunciar un incidente de odio o un delito de odio y obtener apoyo, vaya a CA vs Hate.

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