Saturday, December 21, 2024
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Las próximas elecciones en Brasil son de “vida o muerte” para los pueblos indígenas de la Amazonia

Arriba: Ícaro Karipuna se encuentra en el bosque recientemente quemado cerca de su pueblo en el estado brasileño de Rondônia. (Foto: Manuel Ortiz Escámez)

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Ícaro Karipuna es un niño precoz de 8 años que pasa el día nadando en aguas infestadas de pirañas o aprendiendo a pescar con su padre, André, jefe de la tribu Karipuna en el estado occidental brasileño de Rondonia.

A Ícaro le encanta la fotografía, cuenta Manuel Ortiz, fundador de Península 360 Press, que acaba de regresar de un viaje a Brasil para cubrir la primera vuelta de las elecciones presidenciales. «Me seguía a todas partes, me pedía la cámara. Cuando le pregunté qué quería fotografiar, me dijo: “Obviamente, las plantas, los animales”».

Icaro toma una foto. Ortiz dice que al niño de 8 años, cuyo padre es el jefe de la aldea de Karipuna, le encanta tomar fotos de la naturaleza que rodea su casa. (Foto: Manuel Ortiz Escámez)

Resulta evidente porque este es el mundo de Ícaro. Los karipuna son una de las cientos de tribus indígenas que viven en la Amazonía brasileña. Y, al igual que muchas comunidades indígenas, los últimos años bajo la presidencia de Jair Bolsonaro han sido inciertos, sino es que directamente peligrosos, para Ícaro y su pueblo.

Eso podría estar a punto de cambiar, dependiendo del resultado de la segunda vuelta de las elecciones del 30 de octubre. Bolsonaro, que al principio de su presidencia adoptó el apodo de «El Trump del Trópico» por sus políticas de extrema derecha, se enfrenta al expresidente y campeón de la izquierda, Luiz Inácio Lula da Silva, o Lula, como se le conoce más comúnmente.

Lula apenas logró una victoria en una ronda preliminar de votaciones a principios de este mes, en una elección donde las encuestas de ese momento sugerían que iba a perder. En cambio, Bolsonaro logró imponer una segunda ronda, mientras que su partido logró aumentar su control en el Poder Legislativo.

Según Ortiz, el resultado de la segunda vuelta de la próxima semana determinará la trayectoria de la mayor democracia de América Latina, empujando a la nación hacia una mayor justicia social y medioambiental o, en caso de que gane Bolsonaro, hacia el «neofascismo».

También podría determinar el destino de la principal selva tropical del mundo, a la que a menudo se hace referencia como los «pulmones» o el «corazón» del planeta, dado su papel en el sostenimiento de los patrones meteorológicos globales y la desaceleración del cambio climático, similar al de un órgano corporal vital. La pérdida del Amazonas, una amenaza muy real si la deforestación continúa al ritmo actual, aceleraría drásticamente ambos escenarios.    

La selva amazónica se conoce a menudo como los “pulmones” o el “corazón” del mundo por el papel que desempeña en la regulación del clima, como un órgano vital del cuerpo. (Foto: Manuel Ortiz Escámez)

Pero para Ícaro, «estas elecciones son de vida o muerte», dice Ortiz.

La campaña sostenida de violencia contra las comunidades indígenas de Brasil está debidamente documentada. Y aunque es anterior a la presidencia de Bolsonaro, se le atribuye el mérito de haber dado luz verde a la destrucción producida en amplias franjas de la selva, punto central de esa violencia. 

Bajo la presidencia de Bolsonaro, muchos de los organismos reguladores de Brasil que alguna vez actuaron como control de actores ilegales, responsables de gran parte de la deforestación récord observada en los últimos años, han sido obstaculizados o desmantelados. Bolsonaro también ha señalado, en repetidas ocasiones, su falta de voluntad para procesar a quienes violan las leyes ambientales, lo que lleva a una cultura de la impunidad cuando se trata de los bosques y los derechos de los indígenas.

Y esa violencia ecológica se convierte fácilmente en violencia contra los pueblos indígenas de Brasil, reconocidos desde hace tiempo como defensores fundamentales de sus tierras. En 2021, 176 indígenas brasileños fueron asesinados, la mayoría en disputas por tierras robadas por invasores que invaden el territorio indígena, talando la selva con fines agrícolas o mineros. Ese mismo año, el Consejo Indígena Misionero registró 305 casos de «invasiones posesorias, explotación ilegal de recursos y daños a la propiedad» en 22 estados.

Eric Karipuna observando la destrucción causada por las bandas armadas que frecuentemente roban y queman las tierras de la tribu Karipuna. (Foto: Manuel Ortiz Escámez)

El asesinato de los periodistas Dom Philips y Bruno Pereira, a principios de este año, a manos de cazadores furtivos pone de manifiesto la violencia que penetra en gran parte de este paisaje, por lo demás mágico, filtrándose como una sombra que envuelve a cualquiera que amenace con desvelar la creciente crisis. Tal como hace Ícaro.

Ortiz describe a Ícaro siempre sonriente. «Es un chico feliz que se alegra con las cosas más sencillas». Recuerda una escena en la que los jóvenes de la aldea, situada a varias horas al sur de la ciudad de Porto Velho, convierten las piedras y los guijarros en juguetes, a manera de bloques de Legos o arrojándolos al agua, para zambullirse después a buscarlos.

Pero cuando Ícaro se aventura río arriba o río abajo con su padre, la sonrisa desaparece. «Conoce los riesgos», dice Ortiz, explicando que, en esta región de Brasil, abundan los peligros, y suelen venir en forma de invasores y acaparadores de tierras, a menudo vinculados al crimen organizado y fuertemente armados.

En una ocasión, Ortiz cuenta que el padre de Ícaro, André, observó un conjunto de motos estacionadas en la orilla del río. Según André, las motos pertenecían a una conocida banda de cazadores furtivos armados. «Es bueno que nada más veamos las motos», comenta André, haciendo un gesto a Ortiz para que esconda sus cámaras.

en un viaje de pesca. La pesca es fundamental para el modo de vida tradicional de los karipuna, pero estos viajes suelen estar llenos de riesgos, ya que los cazadores furtivos y los acaparadores de tierras amenazan cada vez más a las poblaciones indígenas. (Foto: Manuel Ortiz Escámez)

Según Ortiz, los karipuna reconocen que, de hecho, están en desventaja, literalmente y –al menos en la actualidad– políticamente. «Se defienden con información, alzando la voz». Dicen que quieren que más gente venga a la región para ser testigos de la destrucción, incluido el reciente incendio de un cobertizo karipuna donde los miembros del pueblo almacenaban semillas.

«Nos están destruyendo. No sólo al territorio, sino que también quieren deshacerse de nosotros», señala André con tristeza.

Unas 30 millones de personas –indígenas y no indígenas– viven en la selva amazónica, la gran mayoría en Brasil. La pobreza es endémica, el Estado a menudo es invisible o ausente. La protección de esta región vital exigirá que se aborden estas causas fundamentales de violencia y destrucción actual, una tarea para la que Brasil necesitará el apoyo internacional

Las elecciones de la próxima semana determinarán si existe, siquiera, voluntad política en Brasilia, capital del país, para hacerlo.

«Por la noche se escucha la naturaleza. Escuchas todos esos ruidos y te dan ganas de llorar», recuerda Ortiz de su primera noche en el bosque. «Puedes escuchar a los pájaros, los insectos, el agua, el viento. Y te das cuenta de que esta es nuestra tierra. Este es nuestro mundo».

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